Siete extravagancias muy british

16/11/2015

St Paul's Cathedral Pinnacle and London Eye. Pináculo de la Catedral de San Pablo y London Eye.

El género british es único en el mundo. No en vano, les rondan cientos de mitos y leyendas al respecto. Pues bien, hoy vamos a dejar aparcado eso que ya todos hemos oído en alguna ocasión sobre los británicos de pura cepa para centrarnos en ciertas extravagancias, menos populares, al menos, fuera de sus propias fronteras.

Uno. The Chap Olympiad. Londres puede presumir de ser la ciudad que más Juegos Olímpicos ha albergado en la historia moderna -tres ocasiones-. Sin embargo, no nos pensemos que esto significa que el inglés sea necesariamente un experto deportista. Todo lo contrario, hasta tal punto que cada año celebran esta especie de «anti olimpiadas». Para que os hagáis una idea de lo que estamos hablando: en este certamen el tenis lo juegan sentados y los duelos de esgrima se debaten con paraguas y no con florete 🙂 . ¿Quién puede competir? Todo aquel que haya pagado sus 35 euros de entrada.

Dos. Fresas con nata en Wimbledon. Parece que la cosa va de cuestiones deportivas. Ahora nos vamos hasta las pistas de tenis de Wimbledon. Cada mes de junio y julio la crème de la crème del mundo entero se reúne en las gradas de uno de los certámenes deportivos más importantes de todos los tiempos. Allí acompañan la expectación del momento con increíbles tentempiés de fresas con nata. ¿Puede haber algo más apetecible?

Tres. King’s Cross Pond Club. Bienvenidos a un estanque de lo más artístico. Fue hecho a mano y es mucho más que un simple lago de agua fresca. Se trata de una verdadera obra de arte diseñada por Ooze Architects. Cuando el bañista se sumerge en él irrumpe en la estampa, convirtiéndose en una pieza más de la obra.

Cuatro. Pimm’s. En verano los ingleses no se piden una mixta o un tinto de verano. No. Nada de eso. Se decantan por la bebida Pimm’s, una refrescante bebida servida con limonada y frutas variadas. Esta tradición es muy longeva -se creó en 1823- y su nombre se lo debe a su primer productor, James Pimm.

Cinco. Morning Gloryville. Fiestas tempraneras por 24 euros. Desde hace dos años, dos veces al mes, el londinense tiene la ocasión de irse de fiesta antes de llegar a la oficina. Lo que oís. Ellos lo conciben como una manera de empezar el día al revés… ¿Por qué no? Supuestamente de este modo empiezan el día a tope y llenos de energía. Son fiestas como cualquier fiesta nocturna salvo algunas particularidades: no hay alcohol, sino chocolates y café, y el DJ siempre es sorpresa.

Seis. Tarjetas de felicitación. Aunque no lo creáis, en Reino Unido se consumen hasta 31 tarjetas de felicitación por persona y por año. Ni el boom cibernético ni las redes sociales más inn han podido con esta legendaria tradición. Cualquier excusa es buena para utilizarlas: una felicitación, un agradecimiento o una invitación son solo algunos de sus buenos usos.

Siete. Zorros urbanos. Los británicos aman este animal. No es de extrañar. Ver cruzar la calle a uno en plena ciudad es lo mismo que ver a un perro en cualquier otra ciudad del mundo. En King’s Cross un cartel advierte sobre el asunto mediante un poema bien curioso. Son rápidos y escurridizos, así que fracasarás en tu intento de acercarte a uno.

Foto | J. A. Alcaide