Yaxhá, grandeza maya enterrada en la selva de Guatemala

23/01/2018

Cuando Pedro de Alvarado y Contreras – a la postre, gobernador de Guatemala – se topó con las pirámides mayas en el corazón de la selva del Petén, hacía tiempo que éstas habían sido abandonadas. Hoy en día, la jungla reclama de nuevo lo que es suyo, y solo la punta del iceberg de estos majestuosos gigantes pétreos queda al descubierto. Yaxhá fue una de esas ciudades mayas que, un buen día, simplemente dejaron de tener ganas de vivir.

Para poder visitar esta joya del mundo maya deberás volar hasta Ciudad de Guatemala y, desde allí, poner rumbo a la zona de la selva del Petén; está ubicada en el norte del país, a unos 500 kilómetros de la capital.

El esplendor de Yaxhá

Cuando caminas entre las ruinas de Yaxhá, recuerdas todos aquellos libros y cómics que leíste de joven y en los que algún iluminado había conseguido crear la anhelada máquina del tiempo. Hoy en día, a pesar del gran trabajo de arqueólogos de todo el mundo, tus ojos no ven más del 10% de su grandeza; el resto sigue enterrado bajo montículos verdes coronados por árboles. Hubiera sido un éxtasis poder vivir esa ciudad maya en el cénit de su poderío.

Los historiadores creen que Yaxhá estuvo habitada durante el período clásico de los mayas, entre los siglos VII a. de C. y X de nuestra era. Miró de tú a tú a la poderosa Tikal, situada a tan solo 30 km al norte. Los árboles fueron talados y los estrechos senderos por los que hoy realizas la visita eran grandes avenidas jalonadas por templos, mercados, plazas, casas y sistemas de canalización que abastecían de agua a los cercanos campos de cultivo que, a su vez, alimentaban a una numerosa población. Desde la cima del templo 216 – el más visitado y alto (25 metros) de Yaxhá – contemplarás un manto verde que lo cubre todo, solo interrumpido por las grisáceas aguas del lago Yaxhá: ése es el mejor lugar para disfrutar del atardecer.

La Acrópolis Este muestra las construcciones mejor conservadas del conjunto arqueológico. Aquí habitaba la clase alta de la ciudad, y los materiales de construcción eran de mejor calidad; en la Plaza C encontrarás dos pirámides gemelas enfrentadas, un símbolo de grandeza solo encontrado en su hermana mayor, Tikal. Además, verás templos donde los sacerdotes estudiaban la astronomía y los sacrificios, plazas públicas, estelas (bloques de piedra de gran tamaño que hacían las veces de libros de Historia de la época) y… campos de pelota.

El juego de pelota maya consistía en hacer entrar una pesada pelota por el medio de un aro situado, verticalmente, en una pared. Su dificultad era grande, pues los jugadores no podían utilizar las manos para jugar; y, para darle más emoción, se cree que del resultado del partido dependían pleitos entre ciudades e incluso, en ocasiones, las vidas de los integrantes del equipo perdedor. Seguro que se dejaban la piel en el campo sin necesidad de cobrar sueldos millonarios.

El ocaso de Yaxhá

Yaxhá fue creciendo con cada nuevo rey, y una prueba de ello es el corte transversal que los arqueólogos realizaron a una de las pirámides del complejo, quedando al descubierto varias capas internas de gradas. Cada monarca construía sobre la pirámide anterior con el único afán de ser más grande que su predecesor, pero en el siglo X el silencio se abatió sobre la gran ciudad; hay distintas teorías: la sequía, la superpoblación, erosión de las tierras de cultivo o una rebelión de las clases bajas… Nadie lo sabe, ni siquiera los pumas y monos aulladores que hoy gobiernan las tierras que fueron de los mayas.

Porque la naturaleza siempre reclama lo que es suyo.

Imágenes | David Escribano; Lev Levin

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