Austria, un viaje a bocados

23/02/2018

Si hablamos de viajar, hablamos de conocer culturas, adentrarnos en ritmos, costumbres e idiomas que no son los nuestros y que nos enriquecen y abren nuestra mente. Algo que está totalmente ligado a nuestra naturaleza, por mera supervivencia, es alimentarnos, reponer energías a través de diferentes productos que se encuentran en nuestro entorno; por eso nos atrae tanto ese aspecto cultural de los lugares que visitamos: descubrir cómo sobreviven los humanos en esa parte concreta del planeta. Pero, aparte de ser un elemento fundamental para nuestro día a día, la comida se ha convertido en un arte y un placer en sí misma. Comer nos hace felices, estimula  de forma directa tres de nuestros sentidos principales: el gusto, el olfato y la vista.

De los muchos viajes gastronómicos que podemos realizar, uno de los más sustanciosos es el de los países de Europa Central, donde el frío y la geografía ha llevado a que sus habitantes hayan tenido que recurrir a alimentos con mucho poder energético. Y Austria es uno de estos lugares: su tradición culinaria se caracteriza por guisos, sopas y platos donde el cuerpo entra en calor solo con mirarlos.

La gastronomía austriaca recoge muchas influencias de los países que pertenecieron al imperio austro-húngaro: destellos de las cocinas húngara, bávara, italiana o checa se pueden observar en los platos austriacos. El mejor ejemplo de esto es el famoso Wienerschnitzel o escalope austriaco (imagen principal), originario de Milán.

Aquí encontramos una interesante variedad de caldos, como la Rindsuppe, una sopa de caldo claro con carne de vaca, o la Frittatensuppe, una sopa de ternera con crepes cortados en forma de fideos; también tenemos otros platos como el Tafelspitz (arriba), que proviene del nombre dado al tipo de corte de carne que los carniceros aplican en la elaboración de la receta: la carne se cuece en un caldo de verduras y después se corta en rebanadas. El emplatado final se realiza junto con una compota de manzana y rábano.

El Schweinebraten es un asado de cerdo sazonado con comino  y ajo preparado al horno hasta que la corteza queda endurecida; se suele servir con chucrut y albóndigas de pan o de patata. También podemos encontrar el gulash, plato tradicionalmente húngaro que consiste en un guiso de carne de res, elaborado con cebollas, pimiento y pimentón (este plato tiene una peculiar presentación en República Checa y Hungría, metido dentro de una hogaza de pan).

Para los amantes del queso, en Austria existe el liptauer, una crema elaborada con leche de oveja mezclada a partes iguales con mantequilla, sal, pimienta, pimentón, comino, alcaparras, mostaza y cebolletas. ¡Exquisito!

Y si hablamos de postres, los hay para todos los gustos: el famoso Apfelstrudel (pastel de manzana, arriba), el Germknödel (una bola de masa semiesférica rellena de mermelada de ciruela y cubierta de semillas de amapola, azúcar glas y mantequilla), la tarta Sacher (una jugosa tarta de chocolate con una fina capa de mermelada de albaricoque en su mitad) o los Palatschinken (crepes rellenos de mermelada de albaricoque y espolvoreados con azúcar glas) conforman unas alternativas de primer nivel.

De principio a fin, Austria es un festín culinario; y ya, si acompañamos estas delicias con los espectaculares paisajes del país, tu visita será inolvidable. ¡Te chuparás los dedos!

Imágenes | Brent HofackerKarl AllgaeuerAS Food studio