Montevideo tiene sangre de escritor

12/01/2018

Varios agentes de la recién instaurada dictadura militar argentina entraron al piso del poeta Juan Gelmán, en Buenos Aires, en 1976. Lo estaban buscando a él, pero no llegaron a encontrarlo. Sí hallaron, en cambio, a su hijo y a su nuera, embarazada de varias semanas. Años después, acabada la dictadura, Gelmán supo que ambos habían desaparecido y que su nieta había nacido y crecido en cautiverio en Montevideo, en un Uruguay envuelto en otra dictadura militar entre 1973 y 1985. Gelmán tuvo que esperar casi dos décadas para encontrar a María Macarena, su ansiada nieta; a su hijo y a su nuera nunca llegó a encontrarlos.

Montevideo ha sido un lugar clave para la vida de muchos genios de la palabra, como le ocurrió a Juan Gelmán. Así encontramos a Julio Cortázar, que halló la inspiración para uno de sus relatos más conocidos, La puerta condenada, en una de las habitaciones del Hotel Esplendor, antes Cervantes, convertido en Monumento Histórico Nacional.

En las letras de Cortázar y Gelmán se puede percibir a Montevideo, pero donde más se la siente, cruda, palpable, es en las palabras de dos ilustres uruguayos: Mario Benedetti y Eduardo Galeano. Ambos tienen el honor de poseer una ruta turística en la ciudad que los vio crear, charlar, discutir. Numerosos rincones de la gran urbe aparecen en varias de sus obras, gracias a las que conocemos Montevideo sin haber puesto un pie en ella.

Benedetti, desde sus primeras novelas, representa la agitación urbana y el aire antiguo de la Ciudad Vieja: es en estas zonas donde se encuentran lugares como el Café Misiones, local donde Martín Santomé,  protagonista de La Tregua, dice que estuvo “hasta que, de pronto, el milagro se hizo”. Martín Santomé es inseparable de Benedetti  y describe la Plaza Matriz de una forma contundente“estuve un buen rato contemplando el alma agresivamente sólida del Cabildo, el rostro hipócritamente lavado de la Catedral, el desalentado cabeceo de los árboles. Creo que en ese momento se me afirmó definitivamente una convicción: soy de este sitio, de esta ciudad”.  Para Galeano, la Plaza Matriz también fue un lugar muy frecuentado debido a la localización cercana del semanario Marcha, del que el periodista fue redactor jefe.

En infinitas charlas debieron verse envueltos Galeano y Benedetti durante sus encuentros culturales por la ciudad, pero uno de los más habituales  fue el Café Brasileiro, el más antiguo del lugar, de 1877. En 2006, en un documental para La 2 de Televisión Española se recuerda a Galeano diciendo lo siguiente sobre este lugar: “Yo soy hijo de los cafés de Montevideo. Cafés como este. Cafés de los tiempos en los que había tiempo para perder el tiempo. En los cafés aprendí todo lo que sé, fueron mi única universidad”. En el mismo Brasileiro, Juan Carlos Onetti garabateó, en 1939,  las primeras páginas de lo que sería su novela El Pozo, escrita en un fin de semana en el que el autor se había quedado sin tabaco.

El centro de la capital de Uruguay es también protagonista en La Tregua de Benedetti. La Plaza de la Independencia es el lugar en el que Martín Santomé dijo aquello de “a una muchacha el viento le levantó la pollera; a un cura le levantó la sotana. Jesús, qué panoramas tan distintos”. De aquí nace la Avenida del 18 de julio: La dieciocho, como la llaman los lugareños, es la calle principal de la ciudad y el lugar donde se encontraba el estudio de Benedetti, en el número 878. Siguiendo el largo trecho de la dieciocho llegamos al obelisco de Montevideo, donde, en octubre de 2009, Galeano pronunció el discurso contra la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, ley establecida en 1986 por la cual se dejaban impunes los crímenes de estado cometidos por la dictadura uruguaya.

Ciudad de fantasmas pasados y de luces presentes, la alegría nunca se dejó de notar en lugares como la Feria de Tristán Narvaja, la feria mejor de los domingos, donde Benedetti, en el poema Irse, pide que “por favor, no olvides que te espero, con este corazón recién comprado”. Montevideo fue lugar de añoranza en el exilio y de pasión en la presencia, pero siempre dejó un punto de incógnita en la mente de todos  estos escritores. Galeano no se cortó, y le preguntó, mirándola a los ojos:

¿Nos contarás tu historia?
¿Nos hablarás al oído alguna vez?
¿Nos dirás: yo fui trazada
en el camino de una bala de cañón,
humillada por el viento, barrida,
salvada de las pestes
por el viento que sopla del sur?

Lo que Montevideo le contestó es algo que ya nunca sabremos.

Imagen | Romina Campos