La Habana, todo corazón

21/01/2019

La Habana

La ciudad en la que no vas a parar de ver “coches antiguos” de un lado a otro (allí llamados almendrones y máquinas). Del mojito, el daiquirí y los puros bien hechos. La capital de las infinitas decadentes casas cargadas de colores, de la gente amable, educada y sonriente y de la música infinita que no puedes parar de escuchar y bailar. Sí, todo eso ya lo sabías aun sin haber ido.

La Habana

Lo que se puede ver

Entre las muchas cosas que se pueden hacer en La Habana, destaca darse una vuelta por el Barrio Chino para llegar hasta El Capitolio y el Gran Teatro de La Habana. Acercarse al Castillo de los Tres Reyes Magos del Morro, el Cristo y la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña donde, por cierto, a las 9 de la noche tiene lugar la ceremonia del cañonazo (tradición que comienza a finales del siglo XVII para anunciar el cierre de las puerta de la ciudad en previsión de asedios por parte de los piratas). Pasar por el barrio del Vedado donde ver el edificio Focsa (una de las siete maravillas de la ingeniería civil cubana) y probar un helado de la famosa heladería Coppelia. Acercarse hasta la Plaza de la Revolución donde está el Memorial a José Martí o la famosa imagen del Ché y su “Hasta la victoria siempre”. Recorrer el Malecón Habanero de un lado a otro para ver la puesta de sol desde el Castillo de San Salvador de la Punta. Andar y desandar el Paseo del Prado para, en algún momento visitar el Museo de la Revolución y… por supuesto, entrar en La Habana Vieja.

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Lo que no te puedes perder

Una vez que se entra en La Habana Vieja, “ya no hay vuelta atrás”. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1982, esta parte de la ciudad está cargada de historia y repleta de curiosidades así como de una notoria elegancia que va desde el barroco hasta el Art Déco. Además de las cuatro plazas de obligatoria visita (Plaza de Armas, Plaza de la Catedral, Plaza Vieja y Plaza de San Francisco de Asís), hay una buena cantidad de museos a visitar como el Museo de Arte Colonial, el Museo de la Navegación o el Museo del Ron. Probablemente, no puedas evitar hacer cosas tan turísticas como probar el diquirí del Floridita o el mojito de la Bodeguita del Medio para poder decir “yo estuve allí”. Una vez hecho todo esto… solo queda lo mejor.

La Habana

Lo que hay que sentir

Si eres de las personas que suelen llevar una rigurosa agenda para no perderse nada, es posible, aunque complicado, que no te hayas parado a observar todo lo demás. Rodeando tanto edificio singular, se encuentran las particulares casas. Esas, de pasado glorioso y techos altos. Esas, en las que a decir verdad, no te imaginas viviendo. Alrededor, un montón de pequeños improvisados negocios semivacíos que se sostienen a base de necesidad, fe y resignación. Por todos lados, calles imposibles por las que gente que va y viene tarareando, saludando a todo saludar y gastándose bromas entre sí.

Y es que a esta ciudad, la hacen las personas. Sus costumbres, sus casas, su música y su particular forma de ver la vida. Es difícil entender cada cosa por separado, pero todo junto encaja.

La Habana

Si optas por alojarte en alguna casa particular, te paras a hablar con alguien en cualquier esquina o te metes en algún pequeño bar con aspecto menos turístico, La Habana en particular y Cuba en general, cobrarán un nuevo sentido más allá de lo esperado.

El idioma, la migración y un pasado histórico común, harán que te enteres de la realidad de un país del que a decir verdad, te das cuenta que no sabías nada y que ahora, te da mucho que pensar.

¿Cómo puede funcionar lo que no funciona? ¿Cómo todo desprende sencillez a pesar de parecer tan complejo? ¿Cómo se puede llegar a final de mes cuando solo hay música para empezarlo?

Y lo más importante… ¿cómo, a pesar de todo, la gente está dispuesta a abrirte su corazón cargado de dificultades pero también de digna felicidad a poco que te importe lo que hay dentro?

Autor e imágenes: Algo que recordar