Una cosa hay que dejar clara: no venga buscando grandes monumentos en El Salvador. De todas formas, ¿quién los quiere con esta naturaleza exuberante? Los parques nacionales de Los Volcanes, El Imposible y de Montecristo muestran bosques majestuosos, ríos frescos y miradores donde uno se siente amo y señor de la naturaleza. Los 300 kilómetros de costa del país dan para mucho: sol en Las Tunas, buceo en Los Cobanos y las mejores olas de Centroamérica para los surfistas en Sunzal y La Paz. Túmbese en la arena, cierre los ojos y ponga la mente en blanco. Luego ábralos y recreése en ese azul del mar y esas palmeras. Tómese un mojito y ya se le habrán olvidado las penas. Tiempo de descanso, sí, pero en El Salvador hay que tener la mente abierta a la aventura. Practique buceo, esquí acuático y ciclismo de montaña en el Lago Coatepeque y suba al volcán de Tepaca y quédese sentado en la Laguna de la Alegría. Esperemos que la lava no se despierte mientras estemos allí.
Las distancias no hay que contarlas en kilómetros, sino en tiempo. Hay que tener una paciencia de santo Job mientras se desplaza en autocar. El estado de las carreteras no es el mejor, pero usted cálmese y centre la vista en el paisaje. La Joya de Cerén es un pueblo agrícola que se abandonó en el año 250 a causa de una erupción. La visita es ideal para conocer la vida del pueblo maya agrícola que vivió aquí hace 1400 años, ya que la lava ha conservado intactas muchas de las casas. El nuevo pueblo habitado está a menos de un kilómetro y sus campesinos, siempre dispuestos a charlar con los turistas, ayudan a la conservación del enclave.
Si pasa varios días en mitad de la naturaleza, le resultará raro el bullicio de San Salvador, la capital del país. Encontrará caos, ruido, una belleza humilde en las fachadas y rock religioso a todo trapo en los puestos del mercadillo. De los mercadillos, porque la ciudad está repleta de vendedores que ofrecen ropa falsificada, pantalones, camisetas, televisores, relojes, ropa interior… Dé un paseo y pruebe las deliciosas pupusas, el plato nacional, que es una torta de maíz rellena de carne o frijoles. Visite el Teatro Nacional, el más antiguo de Centroamérica, en una plaza siempre bulliciosa, y el Palacio Nacional, el único edificio de San Salvador que resulta más monumental. Por eso no es raro ver a lugareños admirando esa grandeza en medio de los destartalados mercadillos. Si los salvadoreños notan que es turista, le preguntará por su país e iniciará una animada charla. Le puede pasar en la Plaza de las Américas, la zona moderna de oficinas, la Plaza de Barrios con sus palomas y el Parque de la Libertad, con sus viejos soportales coloniales. Un buen plan es ver el atardecer desde la Plaza Morazán. En cuanto caiga la noche, tenga cuidado por las zonas que transita. De vuelta al hotel, enfoque su mente para soñar con los volcanes. Si no lo consigue, da igual: al día siguiente los verá a todas horas.
Datos útiles:
- El Salvador es uno de los países más pequeños de Centroamérica, aunque está densamente poblado.
- No hay vacunas obligatorias, pero se recomiendan algunas, como la tetánica y las de las hepatitis A y B.
- La meteorología es benigna, pero en ocasiones se producen lluvias fuertes, huracanes y terremotos.
- La moneda es el dólar.
- Llevar mosquiteras para la cama y cremas antimosquitos.
- Desde octubre, Iberia ofrece vuelos a San Salvador desde Madrid, cuatro días por semana. Estos vuelos son directos al regreso y tienen una breve escala en Guatemala a la ida. Los mejores precios para volar a San Salvador los puedes conseguir en www.iberia.com
Foto | Adam Baker