En los primeros años de la aviación comercial, allá por los años 20’s, la compañía inglesa Imperial Airways tuvo en las cabinas de sus aviones lo que denominaban ‘cabin boys‘, auxiliares de vuelo masculinos.
La primera asistente de vuelo de la historia tenía 25 años de edad y se registró con el nombre de Ellen Church (de profesión enfermera), una apasionada de la aviación, que se dirigió a Steve Stimpson de la Boeing Air Transport (BAT), en busca de trabajo. Stimpson, que regresaba de un largo viaje en avión, se había percatado de la necesidad de personal en cabina, y acababa de persuadir a sus superiores para contratar a tres «cabin boys» cuando recibió la visita de Church el 23 de febrero de 1930. Tras varias reuniones entre Stimpson y Church, sugirieron a la dirección de la empresa que las enfermeras podrían ser la tripulación auxiliar más idónea, ya que en caso de incapacitación de un piloto, ellas podrían prestar las atenciones médicas más apropiadas, así como la mejor asistencia a los pasajeros en caso de mareo o miedo a volar. La Boeing, que entonces era también compañía aérea, dudó –se consideraba que la mujer no era apta para volar regularmente debido a sus alteraciones hormonales derivadas del periodo-, pero al final decidió contratar a ocho enfermeras (The Original Eight o The Sky Girls), entre ellas la misma Ellen. Las nuevas asistentes de vuelo, pronto se convertirían en parte integral de la industria aeronáutica, superando un estricto proceso de selección: enfermeras cualificadas, solteras, menores de 25 años, peso máximo de 52 kg y estatura máxima de 1,60 metros. Cobraban 150 dólares por 100 horas de vuelo al mes.
El requerimiento de tener un título de enfermería se relajó al comienzo de la II Guerra Mundial y así se fueron contratando a otro tipo de titulaciones.
En España, el 22 de septiembre de 1946, despegó del aeropuerto de Madrid-Barajas un Douglas DC-4 de Iberia, avión con el que cruzaba por primera vez el Atlántico en un interminable vuelo de 36 horas con varias escalas. También fue la primera vez que volaron azafatas, ya que hasta entonces no existía esa figura (se barajaron entonces varios nombres para bautizar la profesión: aeroviarias, aeromozas, provisadoras, mayordomas y azafatas). Hoy la encantadora palabra se ha sustituido por el tan descriptivo y poco romántico «tripulante de cabina de pasajeros» o «TCP«. La tripulación de aquel primer vuelo de Madrid a Buenos Aires estaba integrada por tres comandantes, un navegante, un mecánico, un radio segundo y cuatro azafatas: Marichín Ruiz de Gámiz, Pilar Mascias, María José Ugarte y Anita Marsans.
En aquellos primeros vuelos, los pasajeros estaban obligados a subir a una báscula antes de subir al avión. Había que pesarlo todo, el equipaje de mano, las maletas y al propio viajero: en esto de volar siempre ha habido un trámite. A los viajeros de provincias que llegaban a Madrid para tomar el vuelo a América, la compañía les proporcionaba una noche en una pensión cerca de la Plaza de Cánovas, donde se encontraba la sede de Iberia. Y por si fuera poco, todos los pasajeros tenían que preparar la documentación la víspera de su viaje y debían presentar el pasaporte y un certificado médico en las oficinas de la aerolínea para rellenar unos formularios que, posteriormente, se mostraban en los consulados correspondientes de cada escala.
Cuando subían los pasajeros a la nave, repartían un folleto en cuya portada aparecían jóvenes españolas ataviadas con trajes regionales y en el que se aconsejaba «por galantería» no fumar en pipa o cigarro puro para evitar molestias a sus vecinos «y sobre todo, a sus vecinas». Además del folleto, los pasajeros recibían una cajita de cartón con pollo frito, tortilla española, huevos duros y un bombón. Para terminar, se servía, en taza de loza, Nescafé con agua de termo.
El precio del trayecto era de 7.250 pesetas (unos 40€), una barbaridad para la época y, en los primeros vuelos, la ocupación fue del 90%. Todo un éxito.
Fue en 1947 cuando se incorpora a la plantilla de Iberia el primer auxiliar de vuelo masculino: Fernando Castillo, convirtiéndose en el primer “Azafato” en España.
Hoy en día, según la Agencia Estatal de Seguridad Aérea, dependiente del Ministerio de Fomento informa que los tripulantes de cabina de pasajeros (TCPs) son los responsables de garantizar la seguridad de los pasajeros en todo momento y especialmente en situaciones de emergencia. Aunque además atiendan a los pasajeros y ofrezcan los servicios disponibles durante el vuelo, los TCPs cumplen con una misión crítica a bordo: velar por la seguridad de los pasajeros, y ayudarles a evacuar la aeronave de una manera rápida y segura si se presentase una emergencia que lo requiriese.