El Atlántico se presiente (aunque no se vea) y la Historia se siente (y también se ve). Vayamos al grano: Boston fue la madre de los Estados Unidos. La pionera. La adelantada. La espabilada. Califíquenla como quieran, pero sepan que su centro neurálgico es un parque, el Boston Common, algo inusual en cualquier urbe del planeta. En su Lago de las Ranas se puede patinar sobre hielo en invierno o chapotear (sólo niños, atención) en verano. Al lado está Public Garden, el primer jardín botánico de los States. Hora de meterse en materia: siga la línea de baldosas rojas. No es que le hayamos dado la vuelta al cuento de El mago de Oz, sino que Boston marca así un recorrido por su pasado. Se llama Freedom Trail y va contando los hitos de la independencia americana a través de paneles informativos. Esto es lo que enseña: cementerios donde están enterrados los padres de la patria, la sede del gobierno regional (que sirvió de modelo para los capitolios posteriores del país), la iglesia de Park Street (donde se cantó por primera vez el primer himno de los Estados Unidos, todavía con la música del británico), King’s Chapel (la primera iglesia anglicana) y Old City House (donde se ubicó el primer colegio público).
Asómese a la isleta de tráfico entre las calles Washington y State. No nos hemos vuelto locos: ahí ocurrió la Masacre de Boston, la pelea entre los soldados de la reina y los colonos que propició la revolución en 1770. Enfrente está el Old State House, donde se leyó la Declaración de Independencia siete años más tarde. En muchas tiendas verá bolsitas de té con aire antiguo: conmemoran el famoso Motín del Té, símbolo de la insurrección. Hablando de bebidas, puede tomarse todas las que quiera en North End, el barrio italiano. Tranquilo si se pasa todo el rato salivando por los olores. Métase en todas las pastelerías y trattorias que le apetezca porque no defraudan. Y luego, a Newbury Street, una calle de casitas victorianas en cuyas tiendas uno se puede volver loco fundiendo su tarjeta de crédito.
Hey, que Boston también es una ciudad culta y sofisticada. La Avenida de los Museos es para echar un día completo. Está el de Bellas Artes. Está el de Ciencias, muy interactivo. Está el de John F. Kennedy, donde se explica la vida del presidente y su mujer, Jackie, y la política de los 60 (ah, y muchos alucinarán con los vestidos, que tratan de trasladar al visitante a la época). Está también el Museo Isabella Gardner, un palacio con la colección de arte de la famosa millonaria. Por cierto, nota graciosa: quien se llame Isabella entra gratis. La Universidad de Harvard está a diez minutos del centro en metro y vale la pena visitarla, aunque sólo sea para ver de una vez a qué se refieren cuando en las películas de Hollywood alguien dice “Estoy matriculado en Harvard”. Allí se han graduado mentes brillantes como Roosevelt o Dos Passos. De vuelta en el centro, hay cervezas y cócteles en el Cheers, una parada obligatoria. Es el pub de la serie de televisión, aunque los interiores no son los que veíamos por la tele, ya que se grabaron en un decorado. Entreténgase mirando todo el merchandising de aquellos entrañables personajes agarrados a un vaso. Quizá le entre nostalgia. Nada, nada, que no le engañe la tierra de la independencia: vaya a la barra a por otra copa.
Datos útiles:
- Boston tiene 600.000 habitantes.
- Las estaciones son extremas: mucho frío en invierno, con temperaturas bajo cero, y bastante calor en verano. Incluso puede haber huracanes.
- Como siempre cuando se viaja a Estados Unidos, previamente hay que rellenar un cuestionario vía online para acceder sin problemas como turista al país: https://esta.cbp.dhs.gov.
- La moneda es el dólar.
- Iberia ofrece varios vuelos por semana a Boston, directos desde Madrid y con buenas conexiones desde el resto de aeropuertos. Entra en la página web de la compañía, www.iberia.com para comprar tu billete.
Foto | Stuck in Customs