Uno puede pensar que Viena es el típico destino para intelectuales a la antigua usanza. Error. Es verdad que la antigua capital del Imperio austrohúngaro es famosa por la ópera, sus refinados palacios, sus grandes avenidas y sus exquisitos edificios burgueses, pero esconde arte actual subversivo, tiendas de moda vintage y una noche donde triunfa el jazz.
Lo mejor es que hay una Viena para cada uno. No es nada estirada. Es gentil y no rechaza a nadie. Y menos sus habitantes, que reciben al visitante como al primo lejano que hace tiempo que no ven.
Sería un delito no comenzar la mañana con una buena melange, café con leche a la vienesa. Los antiguos cafés donde tenían lugar las tertulias han aguantado bien el paso del tiempo y recibe a los jóvenes como en el siglo XIX recibían a los escritores. Con las piernas ya en el asfalto, empiece a admirar la grandiosidad de este rincón situado en el corazón de Europa. Los palacios son solemnes, los jardines parecen que se plantaron ayer y las esculturas tienen brillo como si fueran nuevas. Vea, si no, la catedral gótica de San Esteban, el Ayuntamiento, el Parlamento y el Palacio Imperial. El parque de estilo modernista Stadpark viene de lujo para pasearse con el sol del mediodía antes de la inyección de arte.
El Museo de Artes Aplicadas (MAK) es un buen comienzo y muestra muebles, tapices y cerámicas de todas las épocas. El Albertina posee riquísimos fondos de Durero. Cerca queda el distrito MQ, un recinto que engloba varios museos: el Leopold (con las obras de Egon Schiele), el de Arte Moderno, el Kunsthalle, el de Arquitectura y el ZOOM, para niños. El Palacio Belvedere alberga la mayor colección de pinturas de Gustav Klimt y desde lo alto de sus jardines se puede otear el centro de la ciudad (¡sorpresa, también tiene callejones!) y las colinas con sus bosques. Y la emperatriz Sisí tiene también su museo con trajes dentro del Palacio Imperial. Aquí nadie se aburre. Que levante la mano el que no encuentre el museo que más se adapta a su personalidad.
Encontrarse de repente con un río tan mítico como el Danubio no tiene precio. Recórralo, siéntese a mirarlo, cruce de un lado a otro por sus puentes de cuento. El Mercado Naschmarkt esté de bote en bote, pero igualmente tendrá que quedarse para comer en algunos de sus restaurantes. Carne o pescado, comida vienesa o internacional, bocados tradicionales o más vanguardistas. Lo que quiera. Y luego un paseo por las calles Schleifmühlgasse (cuajada de salas de arte contemporáneo) y Mariahilferstrasse (repleta de tiendas interesantes).
Y como Beethoven, Mozart y Schubert, entre otros músicos, vivieron y compusieron aquí, no hay que perderse una ópera, que sabrá mejor que en otro sitio. Pero no crean que todo es sonido del pasado en Viena. El jazz más molón se puede escuchar en directo en el club Porgy & Bess mientras respira los aires (libres de humo) de una ciudad trepidante.
Datos útiles:
- Viena tiene 1.700.000 habitates.
- El clima es continental y templado. A menudo sopla un viento del oeste que provoca que los días fríos parezcan aún más fríos. En verano, algún día también puede ser tórrido.
- La moneda es el euro.
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Foto | Jordi Chuecaif (document.currentScript) {