De París a Santiago de Compostela pasando por Santiago de Chile

10/11/2010

Hace unos cuantos años unas personas que conozco viajaban de París a Santiago de Compostela, y aunque ellas llegaron a la hora prevista, sus maletas tardaron como dos o tres días en hacer acto de presencia, pues antes se fueron a dar una vuelta por Santiago de Chile.

Más recientemente, un vuelo que tenía que haber enlazado Barcelona con, de nuevo, Santiago de Compostela, acabó allí, pero con un par de horas de retraso porque antes se dieron una vuelta por Sevilla.

El origen de las confusiones en estos dos casos tiene su origen en la similitud de los códigos IATA, la Asociación de Transporte Aéreo Internacional, para esos aeropuertos.

Panel de destinos en el aeropuerto de Los Angeles

El de Santiago de Compostela es SCQ, mientras que los de Santiago de Chile y de Sevilla son, respectivamente SCL y SVQ, con lo que no es difícil ver lo fácil que es confundirse, en especial en el caso de Sevilla, ya que además la c y la v están juntas en los teclados.

Estos códigos, de los que muchos aerotrastornados nos sabemos muchos de memoria, no están puestos al azar, aunque en este caso puede parecerlo.

Tienen su origen en la expansión inicial de la aerolíneas en los años 30 del siglo XX en los Estados Unidos, cuando de repente se hizo necesario buscar una forma de referirse a los cada vez más numerosos aeropuertos sin que diera lugar a confusiones.

Para ello se decidió tomar como base el código que utilizaba el Servicio Meteorológico Nacional de los Estados Unidos, que recogía datos en numerosas ciudades del país, cada una de las cuales tenía asignada un código de dos letras, aunque previendo la expansión futura se añadió una letra más.

En general, y descontando las combinaciones que no son posibles porque la Armada de los Estados Unidos se reservó para ella los códigos que empiezan por N, porque los que empiezan por W y K se usan para estaciones de radio situadas al este y oeste del Mississippi, porque la Q fue reservada para telecomunicaciones internacionales, y porque la Z está reservada para usos especiales, este sistema permite 17.576 combinaciones.

Así, los aeropuertos de las ciudades que ya tenían un código meteorológico, como por ejemplo Los Ángeles, LA, recibieron una X al final, quedando el código del aeropuerto de esta ciudad establecido como LAX, igual que el de Portland pasó a ser PDX o el de Phoenix PHX.

En otros lugares se optó por tomar las primeras letras del nombre de la ciudad, como por ejemplo ocurrió en España con Madrid, cuyo código es MAD, o en Sydney, que tiene SYD como código, o simplemente algunas de las letras del nombre de la ciudad, como BCN para el aeropuerto de Barcelona, ODB para Córdoba, o ZAZ para Zaragoza; también sirven las iniciales del nombre de la ciudad cuando este está formado por varias palabras, como Port Au Prince en Haití, PAP.

Otra opción más fue la de utilizar los nombres de varias ciudades más o menos próximas a las que sirve el mismo aeropuerto, como sucede con Dallas y Fort Worth, cuyo aeropuerto es DFW, o de la zona en la que está el aeropuerto.

También se da el caso de que se utilice el nombre del aeropuerto propiamente dicho como base para su código, especialmente en ciudades con más de un aeropuerto como pueden ser París con el aeropuerto Charles de Gaulle, CDG, y el de Orly, que es ORY.

Y a veces, en especial cuando son letras muy habituales, como por ejemplo sucede con Málaga, al final hay que escoger entre lo que queda, con lo que el código del aeropuerto de esta ciudad es AGP porque por eliminación, e intentando respetar aquello de que se pareciera en algo al nombre de la ciudad y que no se pueden repetir la primera y la segunda o la segunda y la tercera letra de dos aeropuertos que estén a menos de 200 millas, era lo que quedaba.

Con todo, en la actualidad hay unos 323 códigos compartidos por más de un aeropuerto, códigos que por cierto en muy raras ocasiones se cambian, siendo una excepción notable el JFK de Nueva York, que fue rebautizado como John Fitzgerald Kennedy cuando antes se llamaba Idlewild y utilizaba el código IDL.

Y el sistema tiene además un problema fundamental, que es que no tiene una organización demasiado lógica, salvo en el caso de Canadá, ya que los muy listos se quedaron en su momento con todos los códigos que empiezan por Y.

Así, LCG es el aeropuerto de La Coruña, en España, pero LCF es el aeropuerto de Río Dulce, en Guatemala, mientras que LCH es el Lake Charles Regional Airport de Louisiana, en los Estados Unidos.

Por esto existen los códigos de la OACI, la Organización de Aviación Civil Internacional, que son de cuatro letras y que incluyen información geográfica en el propio código.

Códigos ICAO de primer nivel

La primera letra de este indica la parte del mundo en la que está el aeropuerto (la L es Europa del sur, Israel y Turquía), la segunda el país (España tiene la E, menos mal), la tercera normalmente se corresponde un grupo de aeropuertos que caen bajo el mismo centro de control, y la última indica cada aeropuerto en concreto.

De este modo, el código OACI del aeropuerto de La Coruña es LECO, el de Madrid LEMD, y el de Barcelona es LEBL; los de París son LFPG para el Charles de Gaulle y LFPO para Orly.

Curiosamente, todas las combinaciones de dos letras de la zona L están ya asignadas, con lo que no caben más países en ella.

La excepción, que siempre hay alguna, son los Estados Unidos y Canadá, donde la prácticamente todos los aeropuertos forman su código OACI poniéndole delante una K o una C a su código IATA.

Y si no hay código OACI para un aeropuerto, se usa el código ZZZZ en los planes de vuelo que lo mencionen, usando el código IATA para identificarlo.

Lo peor de todo este cacao de letras es que los dos sistemas están en uso simultáneo y no parece que ninguno vaya a sustituir al otro.

Los códigos IATA, que son los que generalmente vemos los pasajeros, se usan para los horarios, reservas, y gestión de equipajes, mientras que los OACI se usan por parte de los organismos de control aéreo y los planificadores de vuelos de las aerolíneas, con lo que no es de extrañar que a veces haya confusiones.

De todos modos, con el uso de códigos de barras a la hora de etiquetar los equipajes y la incorporación de lectores automáticos para estas etiquetas en la mayoría de los aeropuertos esto es cada vez más difícil que pase, y aunque es cierto que siempre puede darse un error de lectura, la causa más habitual de problemas con el equipaje hoy en día es la falta de tiempo entre vuelos en conexión.