Rodean a Madrid con su magnetismo. Son cinco ciudades repletas de historia y rincones mágicos a menos de una hora de la capital. Después del Museo del Prado, Sol y Gran Vía toca alejarse del bullicio y descubrir qué otros lugares depara la región.
Alcalá de Henares. Las cigüeñas sobrevuelan las iglesias. La patria chica de Miguel de Cervantes es un retículo de calles con edificios majestuosos y ambiente sosegado. Empecemos la ruta en la Plaza de Cervantes. Allí se encuentra el corral de comedias, donde se ponían en escena las obras de Lope de Vega y Calderón de la Barca. En el entorno se hallan el Ayuntamiento, la capilla del Oidor, el Colegio de Málaga y el Convento de Santa Úrsula. Muy cerca, la casa-museo del escritor de El Quijote, una edificación típicamente castellana con un patio central y donde podremos ver utensilios del siglo XVII y antiguas ediciones de obras del autor alcalaíno y universal. Merece la pena contemplar la catedral, gótica pero con una torre herreriana. Y el final es éste: se quedará embobado con la fachada plateresca de la Universidad, comenzada en el siglo XV gracias al Cardenal Cisneros. Disfrute de la paz de sus jardines.
Aranjuez. Le parecerá un decorado, pero todo es piedra y mármol vivo. El esplendor de Aranjuez se debe a Felipe II, que lo convirtió en sitio real. Felipe V y Carlos III le dieron más brillo con los añadidos al palacio, los bosques y los jardines. Todo es muy elegante. Predomina un sabor ilustrado que apunta al arquitecto Francisco Sabatini. Dentro del palacio abundan piezas barrocas como relojes, porcelanas y pinturas. Los Jardines del Parterre, del Inglés y de la Isla son una sucesión de fuentes, plazas y árboles que le sacarán una sonrisa como de paz interior. En la antigua estación de Aranjuez, de estilo neomudéjar, entra en funcionamiento de mayo a septiembre el Tren de la Fresa, una antigua máquina de vapor que tira de los vagones como si estuviéramos en el siglo XIX.
El Escorial. Las montañas y los bosques protegen el pueblo de San Lorenzo del Escorial. Todo surgió en el monasterio, mandado a edificar por Felipe II y levantado por el arquitecto Juan de Herrera. El robusto edificio esconde más de 4.000 habitaciones, además de innumerables patios y una basílica. En el Panteón Real se encuentran enterrados monarcas españoles de las casas de los Austrias y los Borbones. En la biblioteca se pueden curiosear manuscritos en árabe, griego y latín y en las Salas Capitulares admiraremos obras de pintores como El Greco, Tiziano, Velázquez o El Bosco. El pueblo ofrece calles con fachadas señoriales y palacetes. Siéntese en una terraza e imagine esa España imperial del siglo XVII.
Chinchón. Cuando se llega uno tiene la sensación de estar a horas y horas de la gran ciudad. El ambiente es de pueblo castellano auténtico. Los turistas van y vienen por las calles empedradas y miran sus fachadas, que conjugan el blanco de la cal y el moreno de la piedra. Su Plaza Mayor, redonda y con más de 200 balcones alrededor, es su mayor atracción y en ella se celebran multitud de actividades, incluso corridas de toros. Piérdase por las callejuelas y descubra, sin que nadie se lo diga, casas palaciegas e iglesias. Luego acuda a los muchos restaurantes, donde le servirán cocidos, platos de cuchara y carnes de cordero. Bendito sea Chinchón. Amén.
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Foto | Turismo Madrid