La nariz de Europa es refinada. Si Portugal es el rostro del continente por la forma que tiene, como escribió el poeta luso Fernando Pessoa, la llamada Riviera Portuguesa es su fosa nasal. Miren un mapa y lo comprobarán. A pocos kilómetros de Lisboa, hasta dónde se puede volar con Iberia, se levantan tres ciudades que enarbolan la bandera del glamour y combinan centros históricos cuidados con playas atlánticas de arena dorada y aguas frescas, termas, spas y casinos. Todo muy high class. En plan beach society. En plan Marbella.
Cascais, Estoril y Sintra son los tres epicentros de este rosario alrededor de la capital portuguesa llenos de hoteles de gran lujo y restaurantes de bogavantes y langostas. Ese aire VIP viene de lejos. No en vano fue en Estoril donde Juan de Borbón se exilió con su familia y en Cascais donde se retiró Humberto II de Saboya, el último rey de Italia. Además, la zona se convirtió en un nido de espías durante la II Guerra Mundial y fue en Estoril donde el escritor Ian Fleming se inspiró para crear James Bond, el agente secreto más famoso de la ficción. Hoy esta zona tiene la mayor concentración de hoteles de cinco estrellas de toda Portugal.
El lujo se hace notar en el puerto de Cascais, con capacidad para más de medio millar de embarcaciones. Polos de marca ultra cara, señoras con pamelas y yates en los que surcar las aguas atlánticas. El destino es de lo más cosmopolita, donde además se puede practicar windsurf o kitesurf. Uno de los mejores arenales para estos dos deportes es la playa del Guincho. Y después, un paseo hasta el Farol de Guia, el primer faro construido en el país.
En Sintra uno se siente como en un cuento de hadas. Todo el pueblo tiene tal belleza que lo que venga después, sea donde sea, nos resultará feo a la fuerza. Este enclave declarado Patrimonio de la Humanidad tiene su mayor expresión arquitectónica en el Palacio da Pena, pintado de colores y en lo alto de un risco a menudo envuelto en brumas. Romántico o escenario de un thriller, según. Pasee por las calles, los jardines y visite también el Palacio Queluz y la Quinta da Regaleira. Las mansiones y las fachadas blancas de Estoril dibujan un paisaje donde la brisa y las familias de alta alcurnia pasean y se broncean. Reservar una noche para acudir al mítico Casino debe ser toda una experiencia, aunque no es apto para todos los bolsillos. Si no puede, no se preocupe, porque el centro tiene restaurantes y cafés a buen precio y mejor calidad.
Como final a esta ruta, el cercano cabo de Roca. Es el punto más occidental de Europa. A poca distancia se encuentra la fabulosa playa de Adraga. Siéntase a contemplar el océano como si estuviera en el fin del mundo.
Foto | Turist of the World
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