Una lengua de mar parte un pequeño país de Centroamérica en dos. Claro, ya lo habrán adivinado: Panamá. Después de ver la Ciudad Vieja de la capital, quedarse pasmado con el famoso canal y disfrutar de su vida nocturna, toca recorrer otra parte del país con mucho encanto: la tierra y el mar entre Colón y Portobelo, con la brisa del Caribe y los ecos de los conquistadores españoles.
En ocasiones se confunden los colores del Atlántico y del bosque tropical. Colón surge entre una marabunta de gente. Esta ciudad se ubica en uno de los extremos del Canal de Panamá y su zona libre de impuestos es la segunda más grande del mundo. Una buena idea es darse una vuelta por sus comercios y llevarse algún que otro regalo a buen precio. La visión de los grandes barcos moviéndose como a cámara lenta por el canal resulta hipnótica. Desde aquí tendrá que saltar a Isla Grande. No hay otra manera de llegar que en lancha. Una vez allí, se encontrará rodeado de tal tranquilidad que puede asustarle.
Baños de sol y de mar antes de pasar a Portobelo. Su bahía fue descubierta por Cristóbal Colón en su último viaje, en 1502. Luego se convirtió en un boyante puerto con una incesante actividad comercial y cultural. Poco esplendor queda ya de la época, aunque sus calles siguen teniendo ese aire de superioridad histórica. Es un pueblo de casas con cubiertas de cinc verdes y rojas, en el que destacan la iglesia y el edificio de la Aduana, donde se guardaban los tesoros y mercaderías que partían en los galeones hacia España. No hay que perderse el Cristo Negro, encerrado en una urna de cristal en la iglesia de San Felipe Neri. Ojos como platos y vestido de terciopelo. Es objeto de una gran devoción a nivel nacional. Por lo demás, callejee y vea la vida de Portobelo pasar: niños que juegan, vecinas que cuchichean y jóvenes con la música del coche a todo trapo.
Los fuertes de Portobelo son otra de las mayores atracciones. Formaban el sistema defensivo para el comercio transatlántico de la Corona de España. Un buen ejemplo de la arquitectura militar de los siglos XVII y XVIII, que nutre su estilo de los baluartes que rodean el centro de Cádiz y que sirvieron de modelo para las emplazamientos costeros de América Latina. Los cañones aún apuntan hacia el mar y a uno le da cosa pasar la mano por encima de ellos por si alguno se activa de repente. Incongruencias del viajero. Desde estos fuertes se divisa la naturaleza. Cerca se halla el Parque Nacional Chagres. Lo primero que hay que ver allí es el río Chagres, ideal para el rafting, y el Lago Alajuela, donde son frecuentes las competiciones de motos acuáticas y veleros. Dentro del parque existen poblados indígenas y se pueden visitar para conocer de cerca sus costumbres. Aparte de todo lo turísticamente establecido, reserve media hora en todo el viaje para investigar este gran bosque tropical (sin perderse, no vayamos a liarla) y encuentre su lugar favorito. Será suyo. Sólo suyo.
Datos útiles:
- La mejor época para visitar Panamá es de enero a abril. Febrero, con su carnaval, es un mes muy animado.
- Debido al clima caribeño, se recomienda vestir prendas ligeras de algodón y lino.
- Se recomiendan algunas vacunas dependiendo del lugar al que viajes, como la de la fiebre amarilla o la hepatitis A.
- Las monedas en circulación son el balboa y el dólar.
- Iberia ofrece 4 vuelos directos a Panamá cada semana desde Madrid, y cómodas conexiones desde el resto de la red.
- Si quiere visitarlo, recuerde, en marcha nuestro concurso «Imagina Centroamérica». Podrá conseguir un viaje para dos personas con vuelo y alojamiento en el Hotel Sheraton Panamá. Toda la información aquí.
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