Es la ciudad del amor, la ciudad de la luz, la ciudad que nunca pasa de moda. A primera vista puede que resulte repipi y bastante pija, pero todo el mundo (todo, así sean punkies, heavies, emos, hippies, viejos o jóvenes, todos) acaba encandilado con ella. Porque París (y esto es un tópico que en este caso se hace realidad) enamora. Es una urbe que ha dado tanto a la historia, el arte y la cultura universales que nadie se tendría que quedar sin hacer una peregrinación al menos una vez en la vida. Mejor si va acompañado de la persona por la que bebe los vientos. Para conocer el ADN de París hay que recorrerla. Pasear por sus monumentales avenidas y por sus callecitas adoquinadas, observar sus imponentes edificios de piedra, sentarse en sus coquetos cafés, comprar libros de segunda mano en librerías llenas de polvo…
Menos cháchara y más claves. Empecemos por el Arco del Triunfo y un café en los elegantes y perfectos Campos Elíseos, donde también podrá irse de tiendas o escaparates. En el Museo del Louvre, uno de los más importantes del mundo, hay que pasarse las horas muertas aprendiendo de los grandes de la pintura. La Torre Eiffel surge como de la nada, pero su apariencia deslumbra. Que no le den pereza los escalones que hay que subir, porque desde lo alto se observan una de las mejores panorámicas que verá en su vida.
El río Sena serpentea por la ciudad y nos trae fresquito. Hay que pasar al menos medía día descubriendo los secretos de la Ille de la Cité, donde se encuentra la famosa Notre Dame de París, gótico a más no poder. Callejee y encuentre de repente tiendecitas de productos gourmet y fachadas tan limpias que parecen un decorado de película. En Montmartre la cosa cambia. Este barrio, al que hay que subir de noche para ver las vistas de medio París, es más bohemio. Guarda el encanto histórico de los artistas más importantes del siglo XX, como Picasso. Entre placitas escondidas y rincones mágicos se pasa el tiempo. Aquí también se encuentra la famosa basílica del Sagrado Corazón, de hechuras bizantinas. Parecido ambiente podrá encontrar en Montparnasse, repleto de brasseries y cafés míticos. No olvide visitar el Museo Bourdelle, que refleja el antiguo París de intelectuales y artistas.
Con tanto talento histórico a uno le dan ganas de ponerse a escribir un libro, pintar un cuadro rompedor o algo así. El barrio de Le Marais, menos burgués que otros, siempre está lleno de gente de todas las razas y tiene un ritmo especial. Siéntase en la preciosa Place des Vosges. Luego acuda al barrio de Saint Georges, donde se puede visitar el Museo de la Vida Romántica. También habrá que pasear por La Madeleine y quedarse pasmado con sus tiendas tan chic como prohibitivas. El mítico Moulin Rouge, el Jardín de Luxemburgo con su fuente Médicis y la Sorbona, la universidad más antigua de Europa, completan la estancia.
Merece la pena contemplar el nuevo barrio futurista de La Défense, plagado de rascacielos y donde se tejen los negocios. Aún queda por ver la Ciudad de las Ciencias, los museos Pompidou, Orsay y Picasso, Les Invalides, el canal Saint-Martin… Tantas cosas. Eso sí, no se puede ir de París sin pasar un día en Versalles, sede de la corte de los reyes franceses Luis XIV, XV y XVI. Esto, objetivamente, es belleza.
Datos útiles:
- París tiene más de dos millones de habitantes.
- El clima de la ciudad es oceánico semicontinental. Tiene diferenciada las cuatro estaciones. En invierno no suele bajar de los 5 grados y en verano no suele aumentar de los 30.
- La moneda es el euro.
- Iberia ofrece hasta 10 vuelos a París al día desde Madrid y también vuelos directos desde León, Burgos, Valladolid, Salamanca, Albacete y Badajoz (estos dos últimos solo en verano). Además en www.iberia.com se puede contratar un servicio de transfer desde el aeropuerto de Orly a la ciudad de París o a Disneyland París desde 17 euros por trayecto.