El Atlántico se revuelve y los surfistas se encaraman a las olas hasta domarlas. En Rabat, la capital administrativa de Marruecos, es un espectáculo observar el inmenso océano y pasear sin perder de vista el agua. No será tan turística y alocada como Marraquech, pero vale la pena conocerla. Aquí no importa tanto el despendole nocturno, como los pequeños detalles y la historia de una urbe de ritmo pausado. Fundada en el siglo XVII por los expulsados de Al Ándalus, en Rabat hay que sentarse en una terraza, caminar, oír el murmullo de una fuente, quedarse en un ángulo de la medina y mirar al vacío… Los médicos deberían recetarla para los estresados.
En la medina, con palacetes convertidos en restaurantes u hoteles, huele a sal. Está situada a un paso del océano y la muralla de los andalusíes la separa del centro de la ciudad. Indispensable recorrer las calles de los Cónsules y Souïqa, repletas de tiendas artesanales dispuestas por gremios. Muchos no le pillan el punto a eso del regateo, pero en Marruecos hay que hacerlo siempre. Al final, uno le coge el gusto. No hay que perderse los zocos: Souk el Sebat (de tejidos y joyas) y Souk Tehti (con las afamadas alfombras de Rabat). La almohade Torre Hassan aparece en una explanada con un bosque de columnas que quieren llegar al cielo. ¿Le recuerda a la Giralda de Sevilla? Efectivamente, este minarete inacabado de una mezquita se encuadra en el mismo estilo. De la misma época es la Kasbah des Oudaias, donde se pueden admirar la Puerta de los Oudaias, construida en piedra tallada ocre-rojiza y considerada una joya artística. También merece la pena visitar la calle Jamaa, donde se encuentra la mezquita más antigua de Rabat, del siglo XII, y el Jardín Andaluz. Desde arriba se otea el Atlántico. No hay que irse del recinto sin tomarse un té a la menta en el Café Moro. Purificador.
El Palacio Real apabulla. Este fastuoso conjunto de edificios alberga el propio palacio, una gran mezquita y diversos edificios gubernamentales en medio de grandes y arboladas avenidas por las que pasear sin rumbo fijo. La Avenida de Mohamed V también es ideal para recorrerla de arriba abajo y fijarse en sus edificios de estilo arábigo-art decó. En estos espacios abiertos aún se siente la influencia francesa. En la necrópolis de Chellah, de origen meriní, hay tumbas, pero también se ubica la antigua ciudad romana de Sala. Si le apasionan las ruinas, nada mejor que visitar el Museo Arqueológico, que guarda colecciones de todo Marruecos, desde la Prehistoria hasta épocas modernas. Y si le sobra algún día, acérquese a Salé, un auténtico pueblo de pescadores a solo tres kilómetros de Rabat. Pasee por sus callejuelas históricas y descubrirá el auténtico Marruecos. El más tranquilo y acogedor.
Datos útiles:
- Rabat tiene 1.622.000 habitantes.
- El clima es como el mediterráneo, con suaves inviernos húmedos y veranos secos, pero no demasiado calurosos. El Atlántico hace que haya muy poca variación de temperatura entre las estaciones.
- La moneda es e el dirham.
- Iberia ofrece 2 vuelos a Rabat cada semana, directos desde Madrid y con cómodas conexiones desde el resto de la red.
Foto | Baruck