Las chicas, ligeritas de ropa, nos matan con la mirada. La señora del barrio vuelve de hacer la compra y se mete en su casa-barco. Los trabajadores de los ministerios sortean en bici a los turistas. Es inevitable no llegar a Ámsterdam y no empezar a extrañarse por todo. La capital de Holanda sabe conjugar como ninguna otra ciudad la diversión y la seriedad. Lo mejor para adentrarse en sus tripas es alquilar una bici (ojo, compruebe el precio de varias tiendas antes de pagar en la primera) y sentirse de allí, además de montarse en un crucero para surcar algunos de los más de 75 kilómetros de canales que tejen la urbe. Por algo la llaman la Venecia del norte. Aquí el agua es algo normal: hay, de hecho, más de 2.500 casas flotantes, una modalidad de hogar que se puso de moda después de la II Guerra Mundial. Ámsterdam es una mezcla de estado sólido y líquido.
Se nota la humedad. Posamos la mirada sobre las hileras de casas de ladrillo con las ventanas y las puertas pintadas de colores. ¿No son muy estrechas? En efecto, los edificios más antiguos son angostos pero muy profundos. Podrá ver las poleas que utilizan los lugareños cuando tienen que hacer mudanza, ya que los muebles no entran por las escaleras. Vayamos a darnos vidilla a la Plaza Dam, el centro neurálgico, siempre en efervescencia con algún concierto o evento. Baile, grite y salte. No le mirarán como a un bicho raro. En este lugar podrá admirar, además, el monumento nacional (que es un obelisco enorme), el Palacio Real (que data del siglo XVII) y la Iglesia de Nieuwe Kerk.
De allí tiraremos a la Plaza Spui, llena de jóvenes (la universidad queda cerca), cafeterías y mercadillos de libros. Aproveche para comprar alguna rareza. Luego se podrá repantingar en la hierba de Begijnhof, un vecindario creado en el siglo XVI para una orden religiosa y donde se halla la casa más antigua de Ámsterdam, de madera. Luego otro café en la Plaza Rembrandtplein, una vuelta por el mercado de flores y un paseo por el Barrio Rojo, uno de los lugares más famosos, donde las prostitutas ejercen su actividad desde la Edad Media. Los turistas se agolpan para ver los cuerpos voluptuosos femeninos y las luces que centellean.
Llega la hora de los museos. Hay unos cuantos: 1) el de Van Gogh (la más amplia colección de obras del pintor, entre ellas Los girasoles, su famoso autorretrato y La habitación); 2) el Rijksmuseum (con obras del siglo de oro holandés, como La ronda nocturna de Rembrandt y La lechera de Vermeer); 3) Museo Heineken (los aficionados al zumo de cebada disfrutarán con su interactividad y su cata de cerveza); 4) Casa-museo de Anna Frank (situada en el lugar donde estuvo encerrada la niña y su familia); 5) Museo del Sexo (tiene su punto, pero tampoco espere ninguna revelación de alcoba). La noche nos espera en la Plaza de Leidseplein, repleta de bares, restaurantes, cines, discotecas, malabaristas, mimos y mucha mucha gente.
Datos útiles:
- Ámsterdam tiene casi 800.000 habitantes.
- Su clima es moderado: frío, aunque no exagerado, en invierno y calor en verano.
- La moneda es el euro.
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