¡Argentina, acá estoy!

22/09/2016

francisco-botas22 de septiembre de 1946. Aeropuerto de Cuatro Vientos

  • Buenos días, caballero. Si es tan amable de subirse a la báscula…
  • ¿A la báscula? ¿Para pesarme? ¿Por qué?
  • En un vuelo el control del peso a bordo es muy importante.

No pierde la sonrisa en ningún momento, con lo que difícil no obedecer. 88,7 kilos. Tengo que ponerme a dieta. Otra vez.

  • Y, disculpe ¿cuánto se estima que durará el vuelo?
  • 36 horas, caballero. Pero ya sabe que hacemos dos paradas.
  • ¡36 horas! ¡En menos de dos días estamos en Argentina! Qué barbaridad ¿verdad? Antes que se tardaba un mes en barco… Esto de la tecnología y los avances en aviación son una maravilla.

Y ahí está de nuevo, la misma sonrisa. Si el vuelo va a ser igual de agradable, serán las 7.250 pesetas mejor invertidas en mucho tiempo. ¡Embarcamos! Qué emocionante. La de veces que he volado, pero como ésta ¡ninguna! Cruzaremos el Atlántico, ni más ni menos.

El asiento 6, en ventana. Ese es el mío.

  • Buenos días, caballero, encantados de recibirle a bordo. Somos Azafatas.
  • ¡Primera vez que lo oigo!
  • Claro, este es el primer vuelo en el que figuramos. Como es un vuelo tan largo, se ha pensado que contar con azafatas haría el viaje más confortable. Lo que necesite, nos lo pide.
  • ¿Azafatas, entonces?
  • Bueno, como esto es tan nuevo, no hay una palabra definida todavía. Algunos dicen aeromozas, otros aeroviarias. Incluso los hay que nos llaman mayordomas. Pero yo prefiero azafata.
  • Pues a ver en qué queda. Aunque, sea como fuere, un gusto que estén a bordo.
  • Muchas gracias, caballero.

00-primer-vuelo-bueVa lleno el avión. Qué prodigio, qué invento. 44 pasajeros, ni en un autobús. Los DC-4 son como los de la Segunda Guerra Mundial. De los que saltaban los paracaidistas estadounidenses. Y por lo que pone aquí, tiene una velocidad de crucero de 365 km/h. ¡Madre mía! Como sigamos así, lo próximo van a ser viajes tripulados a la Luna.

Me he quedado dormido y he despertado en el desierto. La escala en Villa Cisneros dura poco, lo justo para repostar, revisar y reponer. Es curioso pensar que ahora a la ida sólo pasaremos una noche en vuelo, pero a la vuelta serán dos. Y el vuelo dura lo mismo. Es lo que tiene ir hacia el Este o hacia el Oeste. Así que esa segunda noche de la vuelta la pasaremos en Villa Cisneros. Está bien pensado que hayan construido el albergue en pleno Sáhara Occidental para que podamos descansar los pasajeros; aunque el desfase horario que debe llevar uno encima a la vuelta tiene que ser grande. Seguro que ya hay algún médico americano pensando en qué nombre ponerle, cómo definir ese trastorno. Pero no es momento de pensar en la vuelta. ¡Es momento de sobrevolar el océano! ¡Vuelo 1215 rumbo a Buenos Aires!

23 de septiembre de 1946. En algún lugar sobre Uruguay

Volar por encima del Atlántico de noche implica que por la ventanilla no ves absolutamente nada. La oscuridad. Podría ser el Atlántico como podría ser el Mediterráneo, total, no se ve nada. Pero ya amanece y se ve tierra ahí abajo. Descendemos hacia Montevideo, última parada, y de ahí, de un salto, a Buenos Aires, por fin a ver a los abuelos después de tantos años. Ningún abuelo debería quedarse sin conocer a su nieto ya crecidito, con su carrera, su despacho, su familia… Y ahora que me ha confirmado la azafata que la línea 1215 se va a operar cada diez días, ya no hay excusas.

36 horas después y con ganas de estirar las piernas, ya puedo decir que he volado más lejos que ningún europeo. De Madrid a Buenos Aires en el primer vuelo comercial transoceánico. Nos vemos a la vuelta, pero por el momento ¡Argentina, acá estoy!

 

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