Con este capítulo cerramos el ciclo de los posts dedicados a los uniformes de Iberia. Parece mentira que en tal solo ocho episodios hayamos repasado esta historia que empezó en el año 1946 y que «finalizó temporalmente»en el 2005. Y digo esto, porque de momento el ciclo de uniformes y diseñadores está cerrado, pero, nunca se sabe.
El caso es que en la actualidad la imagen del personal de Iberia está en manos del gallego Adolfo Domínguez, quien tomó las riendas ya en 2005. Nuevamente se convocó un concurso, y fue seleccionado de entre ocho primeros candidatos, y luego de entre cinco finalistas. Sobria elegancia y profesionalidad a ritmo de un estilo rematadamente contundente, funcional y bonito, elevan los diseños del gallego al pedestal más alto.
Adolfo Domínguez vuelve a darle todo el protagonismo al azul -en esta ocasión, el azul noche– conjuntado con los corporativos mostaza y rojo. El traje de chaqueta con aires de alta costura triunfa por enésima vez, con la novedad del pantalón. La falda deja cabida al pantalón, siendo una opción personal el uso de una u otro. Al igual que siempre, todas las prendas son cómodas y se adaptan a la morfología de cualquier persona, a cualquier país, estación o climatología.
Como no podía ser de otra manera, los complementos rematan la propuesta del gallego… Incluso intentó por todos los medios incluir el sombrero en esta nueva estética.Pero esta idea, muy a su pesar, no cuajó: la mujer en general se embellece con sombrero y le da otra categoría, lo que le daría un cierto toque rompedor a la imagen de Iberia. Lo mantiene a día de hoy, si solo dependiera de él, todas lucirían sombrero.
Adolfo Domínguez: trabajador incansable desde que tiene uso de razón, piensa vivir 105 años, y disfrutar retirado tan solo los 5 últimos. Se considera nervioso, hiperactivo y dinámico, aunque también reflexivo, por lo que estar en contacto con la naturaleza es fundamental para este soñador optimista. La pasión por la moda la trae en la sangre, su padre entra en el mundillo abriendo una sastería en Ourense. Adolfo crece y tras olvidarse de su primera vocación (la de cura) se marcha a Londres y París a cursar estudios de cine y aprender idiomas. En el 73 vuelve y junto a su padre y su hermano montan una fábrica… y a partir de ahí empieza a subir la escalera más larga de su vida… con cierta genialidad y aires de grandeza…
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