De ‘traboules’ por Lyon

20/11/2012

Muerte al GPS. Al igual que en las medinas de las ciudades árabes, lo mejor que le puede pasar en Lyon es que se pierda. Si se desorienta y aunque mire el mapa no sabe dónde se encuentra, no se preocupe. Eche a caminar y dará con rincones especiales de esos que no vienen en las guías. La tercera ciudad más poblada de Francia está repleta de callejones, como los famosos traboules, pasadizos que conectan una calle con otra a través de los patios de los edificios. Uno de los más famosos es el de la Torre Rosa. Durante la Edad Media y el Renacimiento, etapas de oro de la ciudad, se utilizaban para transportar la seda de forma segura. Sí, la seda, ya que Lyon fue una potencia mundial en este producto. Tejados rojos, fachadas elegantes, balcones con flores, arcos de medio punto… La Unesco no se equivocó en otorgarle un hueco en su lista de Patrimonios de la Humanidad. Y encima, para disfrutar aún más de los paseos, ahí están en las esquinas los puestos de crêpes.

Para orientarse y ver cómo está construida la ciudad, lo mejor es subir a Fourvière, una de las dos colinas sobre las que se asienta Lyon. Hasta allí arriba se sube en funicular desde la catedral, maravillosa con sus vidrieras y su mezcla de románico y gótico. Por cierto, Richelieu fue nombrado cardenal en ella. En Fourvière nos espera un parque, el teatro romano, la enorme basílica y unas vistas increíbles (a veces, incluso se ven los Alpes al fondo). La otra colina, Croix Rousse, está formada por callecitas adoquinadas y traboules. Es un placer pasear por las diferentes plazas: la de Bellecour (la plaza peatonal más grande de Europa, donde se encuentra el Ayuntamiento, de estilo parisino), la de Terreaux (con su preciosa fuente y sus edificios elegantes), la de los Jacobinos (triangular, del siglo XVI, con su característica fuente), la de Basoche (silenciosa y que guarda el Museo Internacional de Miniaturas).

Los hermanos Lumière nacieron aquí y es aquí donde está el instituto que lleva su apellido y que proyecta cine clásico. Si se quiere seguir con la cultura, nada mejor que entrar en el Museo de Bellas Artes, que incluye desde el Antiguo Egipto hasta el arte contemporáneo (no se puede perder a pintores como Gauguin, Rubens, Delacroix y Monet). Y más paseos por el decimonónico Parque de La Cabeza de Oro y la animada calle de Saint Jean. Para llenar el estómago, las bouchons ofrecen típica comida lionesa, germen de la cocina francesa. En estos restaurantes típicos se pueden probar embutidos, la sopa de cebolla o la ensalada Lyonnaise. La noche es para contemplar las luces reflejadas en los ríos Ródano y Saona y sus innumerables puentes, como el de La Guillottiere o el de Bonaparte. Puede que le resulte más romántico que París y el Sena.

Datos de interés:

  • Lyon es la tercera ciudad francesa en población, después de París y Marsella.
  • Su clima es semicontinental, con más lluvias en verano que en invierno.
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Foto | Michel27} else {

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