Aunque su nombre auténtico es el de abarca, pueden tener otras denominaciones como menorquinas o simplemente sandalias. Sea como sea este curioso calzado ha logrado mantener su éxito con el paso de los años. Y tal vez hoy, están más de moda que nunca.
La historia de la abarca se remonta a la isla de Menorca, cuyo terreno pedregoso y hostil, requería de un zapato resistente a la vez que cómodo y flexible para sus trabajadores más rurales. Siguiendo estas necesidades nació pues la avarca (grafia correcta en la isla). Y así ya en la época prerromana, pastores y jornaleros, se calzaban sus avarcas para ir a trabajar. Su elaboración artesanal, con piel de ganado o incluso lona de vela de barco y suela con caucho ya inservible para los neumáticos, propiciaba esa codiciada flexibilidad y resistencia.
Al llegar los años 60 la cosa comenzó a cambiar. Su utilización pasó de ser exclusiva de los trabajadores del campo, y empezó a abrirse paso como fresco calzado de verano. Una cosa llevó a la otra, y su elaboración también sufrió cambios. Caucho y piel mejoraron, y con ello, sus posibilidades: colores, estampados, remates, cuñas etc. (eso si, su manufacturación artesanal continúa incluso en la actualidad). Entonces, ilustres personajes se fijaron en ellas -la Familia Real Española entre otros- y revalorizaron su uso por completo.
Actualmente puedes conseguir abarcas fuera de territorio balear, en casi cualquier punto de la Península. Su accesibilidad ha contribuído, sin duda alguna, a que sean un calzado de moda.
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