Dicen que los chicos son de azul y las chicas son de rosa. Entonces, por esa regla de tres, los chicos serían de James Bond y las chicas, de Amélie, ¿verdad? Pero en la vida, como en el cine, nada es lo que parece. El París del agente secreto puede fascinarlas a ellas y el de la famosa y soñadora camarera, a ellos. Rompamos tópicos y conozcamos el lado más unisex de la capital de Francia: el de la gran pantalla.
Empecemos por Amélie (las damas primero). Ella y París tienen algo en común: el romanticismo. La mires por donde la mires, entiendes por qué es la ciudad del amor. Y así lo supo transmitir el director de la segunda película más taquillera de la historia de Francia, Jenet, al elegir el mágico barrio de Montmartre como protagonista de su cinta. Todo homenaje a Amélie debería comenzar con un mágico paseo nocturno por sus calles adoquinadas, imprescindible para transportarse a la bohemia parisina del XIX y sus impresionistas. Hoy, este emblemático barrio del XVIII distrito de París destaca por sus brasseries (encantadores cafés- restaurante de ambiente relajado) y tiendas plagadas de objetos de regalo. Su monumento estrella es la Basílica del Sacré Cœur. Para alcanzarlo, dejaremos el metro en la estación de Anvers y ascenderemos a pie o en funicular. Hay que entrar, salir, sentarse en las escaleras exteriores, absorber las impresionantes vistas panorámicas sobre la ciudad y rendirse a sus pies. Cada hora en punto y durante cinco minutos tendremos ocasión de ver a lo lejos como la Torre Eiffel deslumbra con su espectacular juego de brillos de 2.000 flashes de luz. Impresionante.
Hablando de este famoso monumento parisino, demos paso a Bond, James Bond. ¿Qué tienen él y París en común? La respuesta cae por su propio peso: la acción. ¿Quién no recuerda ese trepidante salto al vacío de la polifacética Grace Jones desde lo alto de la estructura de hierro? La actriz planea desde una altura de 200 metros en Panorama para matar.
Hay al menos 17 reproducciones de la torre en el mundo pero solo una es la original. Si queremos visitarla, cogeremos por ejemplo la línea RER (el ferrocarril) y tomaremos asiento en la planta superior de sus vagones de dos niveles hasta llegar rápida y cómodamente a la parada Champs de Mars Tour Eiffel. Si queremos evitar las temidas colas, reservaremos previamente las entradas para subir hasta la cima a través de la página web oficial.
Si, como James, disfrutamos impresionando a nuestras conquistas, elegiremos el restaurante Le Ciel de Paris (+33 1 40 64 77 64), en la última planta de la Torre Montparnasse (el edificio más alto de la ciudad). ¡Eso sí que es tocar el cielo y sentirse como una estrella! Tras el postre, nos detendremos en uno de los fotomatones que pueblan las estaciones de metro de la ciudad para, al más puro estilo Amélie, inmortalizar por cinco euros el momento.
Pongamos fin al repaso a los dos lados de París. La orilla derecha del Sena versus la izquierda. Sacré Coeur versus la Torre Eiffel. Amélie versus James. Un divertido juego de contrastes por el cual en el destino turístico más importante del mundo es imposible aburrirse. Seamos él o ella, no nos iremos sin:
Disfrutar de un brunch en Le loir dans la théière (+33 1 42 72 90 61. 3 Rue des Rosiers. Metro: Saint Paul). Dicen que es el mejor de la ciudad. Probaremos su tarta de merengue de limón e iremos pronto para evitar esperas. El buen comer no entiende de géneros.
Pasar una mañana en el museo del Louvre (metro: Louvre). Dicen que hay que hacerlo una vez en la vida. Para saltarnos la cola, compraremos con antelación las entradas en la web oficial de París. Tendremos pase VIP garantizado.
Merendar en el salón de té Angelina (+33 1 42 60 82 00. 226 Rue de Rivoli. Metro: Tuileries). Dicen que Coco Chanel iba cada mañana y pedía un chocolate caliente con un delicioso pastel, el Mont-Blanc, que es su especialidad (caro pero realmente exquisito).
Pasear por el Canal de Saint-Martin, monumento histórico desde 1993 (metro: Bastille o quai de la Râpée para la port de l’Arsenal, République para las exclusas 7 y 8 y Stalingrad o Jaurès para las exclusas 1 y 2). Dicen que ahí es donde Amélie iba a relajarse y tirar piedras. Es una zona muy de moda.
Cenar en cualquiera de los restaurantes de la calle Oberkampf y alrededores (metro: Oberkampf). Dicen que es una de las calles más animadas de la ciudad los fines de semana. Eso sí, evitaremos los domingos por la tarde por ser el día de descanso de la mayoría de locales.
¿Nos vamos?