Uno siente tal vértigo al llegar a México DF que lo mejor es hacerse a la idea de que esta megalópolis está formada por multitud de pueblecitos de profundas raíces. Y es cierto. Coyoacán, que significa lugar de los coyotes, es uno de ellos. Aquí, en medio de callejuelas adoquinadas y placitas donde sólo se escuchan los pájaros, uno no siente el síndrome de la gran ciudad. Podemos contemplar la famosa fuente que representa a los coyotes y luego pasear por el Jardín del Centenario, que además de plantas alberga bares, cafeterías y el Centro Cultural Casa del Artesano. Casi a cada paso encontrará una institución donde se proyectan películas, donde se organizan conciertos o donde se exponen obras de corte vanguardista. Coyoacán es así de cultureta. Notaremos el aire acondicionado natural que exhala la iglesia de San Juan Bautista, del siglo XVI, ubicada en el epicentro del barrio: la Plaza Hidalgo. Muy cerca nos toparemos con un mercado donde probar diferentes antojitos (tapas o tentempiés) como las quesadillas y el pozole. Buen provecho.
Vemos pasar el tranvía rojo que recorre Coyoacán y nos transporta a épocas pasadas. Merece la pena montarse en él y recorrer las calles de este barrio lleno de arboledas y casonas. Si queremos saber más sobre México, nuestro lugar es el Museo de las Culturas Populares, que expone las manifestaciones artísticas de los diferentes grupos étnicos del país. El fuerte sabor indígena de este país se puede contemplar en el Museo de Frida Kahlo, también llamado La Casa Azul. Una visita obligatoria. Aquí nació y vivió la pintora durante 25 años con su marido, Diego de Rivera. Precisamente este otro artista se encargó de recopilar a lo largo de sus días más de 60.000 objetos precolombinos y ahora usted los puede descubrir en el Museo Anahuacalli. De personajes famosos está Coyoacán lleno. Otro más: León Trotsky. La casa donde fue asesinado por orden de Stalin se puede visitar. Muy didáctica para comprender la figura del revolucionario ruso.
La Calle Francisco Sosa nos atrapa con sus palacetes dieciochescos. Llegaremos a la Plaza de Santa Catarina y visitaremos otro rincón con encanto como la Plaza de la Conchita, con una iglesia de piedra y ladrillo ordenada construir por Hernán Cortés. También en Coyoacán se encuentra la primera vivienda en México del conquistador español, con todas las leyendas que flotan en el aire, como la de La Malinche, la intérprete indígena que vivía a su lado y le sirvió para conquistar la zona. Si queremos respirar más aire puro, no olvidemos el Parque Huayamilpas, que incluye visitas guiadas por su jardín botánico y su invernadero. Hay más arte, música y conferencias en el Foro de la Cultura Coyoacanense, la Casa de la Cultura Jesús Reyes Heroles y el Museo Universitario de Arte Contemporáneo, ubicado en la enorme ciudad donde acuden los estudiantes a labrarse sus futuros. La noche sigue igual de movidita. Podemos cenar platillos diferentes (desde pizzas a hígado encebollado) y tomar mezcal en bares como Los Danzantes (Jardín Centenario, 12), La Bipo (Malitzin, 155) o Séptimo (Presidente Venustiano Carranza 106). En Centenario 107 (Avenida del Centenario, 107) vuelan las cervezas y más tarde habrá que ir a El hijo del cuervo (Jardín Centenario, 17), donde entraremos en éxtasis con su buen rock.
Datos útiles:
- México D.F. tiene fama de ciudad insegura, aunque ha mejorado en los últimos años. De todas formas, tenga siempre a mano sus pertenencias.
- La mejor forma para moverse es en metro (evitar las concurridísimas horas punta) y taxis (pida el número de teléfono en su hotel y no pare ninguno por la calle porque pueden timarle).
- La moneda es el peso mexicano.
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Foto | Sergio Berdiales