Todos los aviones del mundo, todos, desde antes de encender los motores, están dirigidos y controlados desde los diferentes centros de control de tránsito aéreo y desde las torres de control en los aeropuertos. No es fácil ser controlador, ni lo es llegar a serlo. Por eso os queremos acercar un poco más a la figura del controlador aéreo y a su día a día. Llegar a ser controlador, como os decíamos, no es sencillo. Duros exámenes de cultura general y matemáticas contra más de 8.000 aspirantes, pruebas de alto nivel de inglés y al final, cuando solo quedan unos 500 aspirantes, los complejos test psicotécnicos.
Como si todo esto no fuese suficiente, se le hace a los pocos candidatos que queden una entrevista personal donde se decide si finalmente se es o no apto para el puesto, teniendo en cuenta las respuestas de la entrevista. Superada la entrevista, se hace un curso de 18 meses de duración aproximadamente. La parte práctica se hace controlando tráfico real bajo la supervisión de un instructor que, tras evaluar al estudiante, da o no el visto bueno para que obtenga su habilitación como controlador.
Su misión es que los aviones entren y salgan de manera rápida y, especialmente, ordenada. Pero no todos los aviones se controlan por igual, ya que un gran avión de largo radio necesita más espacio y tiempo de maniobrabilidad que uno pequeño de hélices. A eso hay que sumar que cada aerolínea tiene su manera de volar, dentro de los estándares de seguridad mundiales. Con lo que no se le pueden dar las mismas órdenes a un avión grande de una aerolínea que a otra. La experiencia es un grado y más en esta profesión tan delicada.
Otro de los factores que deben afrontar quienes dirigen el tráfico aéreo, es el idioma. Piloto y controlador deben entenderse para las órdenes puedan cumplirse. La comunicación se hace por radio y hay 5 idiomas autorizados por la OACI (Organización de Aviación Civil Internacional), entre los que está el español. Estos se usan de una forma muy precisa con la fraseología aeronáutica.
Es importante decir que, en el aire, no es el controlador quien “manda” sino el piloto de la aeronave. Si el controlador emite una autorización y el piloto la acata, es éste el responsable último de la seguridad del avión y de las personas que en el viajan. En caso de emergencia a bordo o por un contratiempo meteorológico, el piloto deberá notificar por qué no puede acatar la instrucción y el controlador debe buscar la alternativa más rápida y segura.
Los controladores ejecutan su trabajo desde las torres de control de los aeropuertos situadas a gran altura y en zonas de amplia visibilidad. Las podríamos definir como oficinas de observación y control, equipadas con aparatos de radiocontrol y seguimiento en tierra de los aviones, para saber dónde está cada avión en caso de niebla o mala visibilidad por una fuerte tormenta. Desde ellas, se dirigen los rodajes por las pistas de rodadura, los ascensos, descensos y las aproximaciones de los aviones, tanto de día como de noche.
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