Madrid, siempre Madrid. Una ciudad clásica, elegante, viva y que nunca pasa de moda. Recientemente, desempolvó su alfombra roja y se vistió de gala para acoger un año más la gran fiesta del cine español, véase 28 Ceremonia de los Goya. Aun con resaca tras los premios, es un momento perfecto para evocar instantes de cine inolvidables con los que Madrid nos ha sorprendido.
En Los Madriles se respira acción. Y si no que se lo digan al protagonista de El ultimátum de Bourne (2007) quien, atrapado entre mil y una incógnitas, decide recorrer el mundo buscando respuestas que le ayuden a reconstruir su historia. ¿Y cuál es la primera ciudad a la que dirige sus pasos? Como no, ¡es Madrid! Si tenemos en cuenta que el personaje interpretado por Matt Damon es aficionado a huir en tren, es fácil entender que el director del filme eligiera, de entre todas las estaciones, la magia de la de Atocha. ¡Pocas hay tan bonitas en Europa!
Cambiamos de película pero no de barrio, pues nos quedamos por la zona. El mismo año se estrenó La Lista, un oscuro thriller encabezado por un trío de lujo, los elegantes actores Hugh Jackman, Ewan McGregor y Michelle Williams. En este caso, el director no escatimó en localizaciones: filmó en el Paseo del Prado, Calle Alcalá, Plaza Mayor, Cibeles, El Retiro y el Madrid de los Austrias. Supo escoger bien, pues todos son lugares clásicos e imprescindibles de Madrid, sobrios como la película y que suman un patrimonio de valor incalculable, un auténtico tesoro. La plaza Mayor es quizá la más emblemática de la ciudad y corazón del Madrid de los Austrias, el casco viejo de la ciudad y uno de los barrios con más encanto de la Villa. El Museo Nacional del Prado no puede negar que es una de las pinacotecas más prestigiosas del mundo, de ahí que si Goya levantara la cabeza, aquí es donde podría contemplar buena parte de sus obras maestras.
La calles que serpentean por el antiguo barrio de los Austrias son buenas para deleitarse con una consistente y competente cocina española. Un ejemplo curioso es el de un libro transformado en película y la película, en restaurante. Es el caso de la novela El Capitán Alatriste (1996), de Alatriste (apasionante y sombría película de aventuras estrenada en 2006 y ambientada en la España imperial del siglo XVII) y de la acogedora Taberna del Capitán Alatriste (C/Grafal, 7). Un local que combina gastronomía, cultura, fantasía e historia y en el que no es difícil imaginarse a Diego Alatriste y Tenorio, el ilustre espadachín, reunido en una mesa con Luis de Góngora y Francisco de Quevedo, grandes poetas y vecinos de barrio. Merece la pena prestar atención a los muros de su planta baja, que son los originales y a las cuevas centenarias del siglo XVI, que se preservan intactas en su subsuelo.
Ni Matt Damon, ni Hugh Jackman, ni Ewan McGregor. Para muchos, la escena estrella que asociamos con Madrid es pata negra, es producto nacional: aquella en la que José María -Santiago Segura-, el padre Berriartúa y el doctor Cavan cuelgan de la fachada de un edificio en el que luce un letrero de esa conocida marca de refresco que se lleva bien con la ginebra. Tal fue el impacto de El Día de la Bestia (1995), de Álex de la Iglesia, que muchos fuimos los que peregrinamos a Madrid tras los pasos de la película. La realidad es que la escena se rodó en estudio, para lo que se fabricó una réplica exacta del luminoso, hoy uno de los símbolos de identidad de la ciudad. Así que para ver el original nos acercaremos al número 41 de la Gran Vía, donde nos deslumbrará el Edificio Capitol, un bello inmueble declarado bien de interés cultural y que luce estupendamente su estilo, inspirado en los rascacielos neoyorquinos y en el expresionismo alemán. Y si seguimos paseando, el resto de la Gran Vía no nos dejará indiferentes. Parte de su encanto radica en mirar al cielo, para así no perderse las bellas esculturas que rematan otros de sus edificios, tales como el fascinante Metrópolis (tocayo del clásico del cine) o el antiguo Banco Hispano de Edificación (Gran Vía, 60), de estilo art decó y coronado por la escultura más alta de la calle más transitada de la ciudad. ¿Y sería posible verla completamente vacía? Pues gracias a la magia del cine, sí. Fue para la película Abre los Ojos (1997), del genial Amenábar. Un fenómeno inaudito que de verdad sucedió, un ejemplo más de que el séptimo arte nos regala momentos únicos.
La realidad es que Madrid nos espera, atractiva. Alguien dijo de ella que es “como una mujer no demasiado guapa, pero que no puedes vivir sin ella”.
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