Cuatro ciudades. Cuatro atascos. Europa, América, Asia. Nadie se libra de las horas punta en determinadas ciudades. Una pesadilla para nuestro tiempo que, hoy en día, suele valer oro. O un regalo para nuestros sentidos, si somos listos, y sabemos destapar la cara oculta de las cosas. Porque sí, señores y señoras, todo en esta vida tiene un lado positivo, el quid de la cuestión está en ser lo suficientemente avispados para darnos cuenta. De momento, hoy nos encargamos de verle el lado bueno a cuatro ATASCOS con mayúsculas.
Los Ángeles. La ciudad de los sueños. La ciudad de las películas por excelencia. Tan perfecta que allí cualquier cosa puede suceder… Hasta estar detenidos a las 7:43 am en un monumental atasco en the Intersection of the 10 & 405 freeways. Así nos lo cuenta nuestro corresponsal Ronda en la ciudad, quien intenta respirar hondo y no estresarse. Al final lo consigue: ese amanecer teñido de púrpura e iluminado por miles de lucecitas automovilísticas no tiene precio. Menudo espectáculo. Cuando por fin coge vuelo y toma su camino hacia el Valle de San Fernando, los Eagles resuenan en la radio con su mítica Hotel California, puedes dejar la habitación cuando quieras, pero nunca podrás marcharte… Cierto, muy cierto.
Londres. Solo por detrás de Bruselas, Londres es la peor ciudad europea en cuestiones de tráfico. Conducir por London Bridge a la 1 del mediodía de cualquier día laborable, puede ser una auténtica odisea. Sin embargo, así lo confirma nuestro corresponsal Ronda en suelo británico, también puede ser en un auténtico placer. ¿Cómo? ¿Qué dices? ¡Qué sí… has oído bien! Y es que el paseo que bordea el Támesis desde el London Bridge hasta el puente de Waterloo puede ser un buen plan. El espectáculo andante de millones de personas y coches circulando por ahí se funde con el loco horizonte arquitectónico de la ciudad y con ese paisaje tan típicamente londinense. Hasta uno se puede poner melancólico y sentimentaloide admirando tal estampa. (Ojo al dato, si no tienes coche, súbete al bus número 15, el espectáculo será igual de valioso :)).
Bogotá. Volvemos a cruzar el charco. Son las 6 de la tarde. La infinita Carrera Séptima está a punto de estallar. No es normal la cantidad de vehículos que circulan sobre ella. Pero es real. Tan real como que nuestro corresponsal Ronda levanta la mano para que la buseta con dirección al Norte se detenga. Se sube y ¡oh qué maravilla! ¡Un asiento libre! Eso es casi casi como si te hubiera tocado la lotería. No es de extrañar, los 8 millones de habitantes que se cobijan en esta caótica ciudad deciden salir juntos sobre esta misma hora todos los días. Y así la ciudad se atolondra, entre coches, metros desbordados y busetas repletas. Muchos se pasan una media de cinco horas al día en medios de transporte… Algunos disimulan lo que esto les supone, otros lo han mamado desde que nacieron y ya no les afecta, y otros, intentan enriquecerse con este entramado cultural que se detiene en el tiempo del tráfico, observando, y, aprendiendo.
Estambul. Por sus venas corre sangre asiática y sangre europea. El excepcional Puente del Bósforo une ambos continentes a la vez que le da esos aires estadounidenses a la ciudad. A las 8 de la tarde la ciudad se vuelve loca de remate. Es la hora punta y llegar a cualquier sitio puede ser misión imposible. Sin embargo, nuestro corresponsal se aventura a afirmar que merece la pena intentarlo. Mientras el tiempo se detiene y las bocinas resuenan hasta debajo de las piedras, podrás disfrutar de unas vistas nocturnas muy especiales. El puente iluminado es francamente alucinante y el agua del Bósforo se torna si cabe más oscura aún: la noche y las incesantes embarcaciones que lo recorren, dan fe de ello… y de sus luces, y de sus sombras.
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Foto | halbag
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