Que la cocina española actual es única en el mundo todos lo sabemos. Que nuestros chefs son toda una referencia mundial también lo sabemos. Y que España lleva la batuta en muchas cuestiones culinarias también lo sabemos. Pero seguro que muchos no sabemos cuál fue el origen de todo esto. Porque toda historia tiene un comienzo… Y tú, ¿sabes cuál fue el comienzo de esta historia gastronómica?
El pasado mes de mayo se estrenó una película para desvelarnos éste y algún que otro secreto al respecto: Snacks, Bocados de una revolución, dirigida por Cristina Jolonch y Verónica Escuer. El resultado sorprende y agrada. Una cinta de una hora aproximada de duración que no solo se centra en el origen de esta revolución culinaria, sino también en el presente y en el futuro de esta historia que nunca nadie hubiera imaginado tan exitosa.
Todo comienza en el País Vasco, cuando un grupo de colegas expertos en el arte de cocinar, se comienza a plantear mil y una cuestiones. Empiezan a esbozar el modo de romper con la vieja escuela, dejar atrás la afamada Nouvelle Cuisine, y hacer una transición hacia algo totalmente nuevo y, en cierto modo, transgresor. Y es que, ya lo dice el dicho, renovarse o morir. Y así, se lanzaron a la piscina, sin saber si ese salto mortal los sacaría a flote o los hundiría para el resto de sus vidas. Afortunadamente salieron a flote, ¡y de qué manera! La gastronomía mundial actual no estaría en el mismo punto de no ser por esta banda de genios valientes que formaron la ahora ya popular Nueva Cocina Vasca. ElBulli, con Ferrán Adrià a la cabeza dio el primer paso. Cortó por lo sano con el hasta entonces concepto de un buen restaurante y a partir de ahí todo comenzó a fluir. Nombres como Joan Roca, Martín Berasategui, Pedro Subijana, Quique Dacosta, Juan Mari Arzak y un largo etcétera están detrás de esta gran revolución de bocados.
Antes de despedirnos, aclarar que con esta película se pretende contar una historia y también intentar influir en las futuras generaciones de cocineros. Animarlas y en cierto modo guiarlas por el buen camino. Porque, como el mismo Adrià dice: «tenemos la obligación de que las nuevas generaciones sean mejores que nosotros».
Foto | Palau Robert. Generalitat de Catalunya
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