Baviera. Finales del siglo XIX. El monarca Ludwig II quiere regar el Jardín Inglés con agua del río Isar. Para conseguirlo, manda desviar agua del citado río. Así nace un nuevo río, el río Eisbach. La fuerza de este nuevo torrente era tal que se tuvieron que colocar en el fondo 25 piedras de hormigón y como el plano era inclinado, propiciaron un remolino de agua increíble. Y de este modo, sin quererlo ni pretenderlo, crearon un auténtico paraíso para futuros surfistas de todo el mundo. Para complicar un poco más la cuestión, hace unos años, los propios surfistas decidieron aumentar la altura de esta mítica ola utilizando unas rampas de madera y unas cuerdas atadas a los pilares del puente. Gracias a este fallo de diseño y de calculo, hoy Múnich, puede presumir de ser uno de los mayores nirvanas para cualquier buen amante del surf que se precie. No obstante, cabe señalar, que fue a partir de 2010 cuando esta idea realmente cuajó. Hasta ese entonces, no era extraño ver a la policía alemana rondar la zona para impedir que los ansiosos deportistas practicasen surf. Pero la popularidad era tal, que al gobierno no le quedó otro remedio que formalizar la práctica y dar rienda suelta a los ansiosos surfistas.
Practicantes, espectadores, muniqueses, visitantes, tablas de surf, trajes de neopreno, cervezas, charlas y mucha adrenalina. Este es el ambiente con el que te encuentras si te acercas hasta la orilla de estos emblemáticos ríos. Aquí verás siempre dos clases de personas, las que vienen a ver y las que vienen a practicar. Cualquier elección es buena y entretenida. La diversión está asegurada, tanto para el espectador como para el practicante. Pero sin duda alguna, el asunto reside en la práctica. Y es que no es lo mismo surfear en cualquier playa del mundo que surfear en un río. Bueno, en este río: una única ola es la que espera a los surfistas. Más no es una ola cualquiera. Se trata de una ola tan endiablada como retadora, pero que te permite poner en practica miles de trucos e incluso quedarte encima de ella un buen rato. Esta es la principal diferencia que hay entre practicar surf en la playa y surf en el río. En el río, las olas no cambian. La dificultad aquí reside en tener que montar sobre la ola directamente desde la orilla. Una vez en la ola, has de enfrentarte cara a cara con ella, siendo la velocidad y la constante del agua tus peores enemigos…
¿Te atreves?
Si te has quedado con ganas de saber más, ¡no te pierdas el reportaje de nuestra revista Ronda ‘Múnich, capital del surf urbano’ aquí!
Foto | Ana
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