La gastronomía de Chile siempre ha sido reconocida por ser uno de los mejores arquetipos que ejemplifican la estrecha simbiosis entre elementos culinarios indígenas y españoles. Sus raíces, por tanto, son profundas. La peculiaridad de esta cocina estriba en las múltiples opciones que permite una geografía repleta de campos infinitos y bordeada por miles de kilómetros de costa: el éxito, hablemos de carne, pescado o verdura, está garantizado. Son productos que componen la sazón chilena, ese alma ineludible que impregna todos sus platos. A pesar de que en los últimos años han ganado terreno en el país otras cocinas extranjeras como la peruana o la japonesa, la gastronomía patria se niega a pasar a un segundo plano y, para ello, cada vez ofrece mejores galas tanto a los convecinos como a los visitantes. Sin ir más lejos, desde el año 2009 se celebra cada 15 de abril el Día de la Cocina Chilena, una efeméride que cuenta con el insigne e incondicional apoyo de los mejores chefs del país.
¿Qué tal un aperitivo para ir saciando el apetito? Sin duda, no encontrarás una mejor forma de abrir boca que con una empanada de pino, rellena de carne picada, cebolla, huevo, uvas pasas y sazonada con ají (salsa picante), preparada al horno. Todo un símbolo de la comida chilena. No son menos típicas las sopaipillas, una masa de trigo mezclada con calabaza y frita en manteca, tan populares que incluso las puedes encontrar en puestos callejeros. Suelen consumirse en invierno, y pueden ser dulces y saladas, éstas últimas acompañadas de pebre. El pebre es el aderezo por excelencia en Chile, una mezcla uniforme de cebolla, tomate, cilantro y ají que no sólo es perfecta para las sopaipillas, también para personalizar carnes, caldos o para comerla simplemente con pan. Del mismo modo, es posible optar por alternativas de comida rápida que cuentan con una gran aceptación entre los chilenos, como el completo, variante propia del perrito caliente, o el chacarero, un exquisito sandwich compuesto por lonchas de carne, judías verdes, tomate y el sempiterno ají. Como curiosidad, ojo al dato, este bocadillo fue elegido en 2014 uno de los mejores del mundo por la revista Time.
Un buen guiso nunca puede faltar en cualquier mesa que se jacte de ser auténticamente chilena, siendo fija su presencia en las míticas picadas, restaurantes que se caracterizan por ofrecer comida tradicional, abundante y a buen precio. Santo y seña de la comida en Chile es el poroto con riendas, plato abundante y contundente que se consume durante todo el año: su base la componen frijoles blancos (porotos) y tallarines, que se añaden casi al final de la cocción y se asemejan a las riendas de un caballo, de ahí el nombre. En muchos restaurantes lo acompañan, además, con longaniza y un huevo frito.
El pastel de choclo también disfruta de su posición privilegiada, un plato elaborado con maíz molido y relleno de carne de res, carne de pollo, huevo y aceitunas, todo ello asado en una bandeja al horno hasta que adquiere su inconfundible color dorado. De origen prehispánico es el locro, una receta que contiene, entre otros ingredientes, maíz, frijoles, calabaza y carne de cerdo y res. La mezcla de sabores acaba resultando irresistible. También es necesario hacer referencia a las cazuelas de cerdo, ave o vacuno, donde la combinación de carnes y verduras crea un sazón capaz de convencer incluso a los paladares más exigentes.
La extensísima costa chilena no sólo ostenta el honor de formar parte de la identidad del país, sino también de permitir alcanzar la perfección en lo que a platos de pescados y mariscos se refiere. Pocos lugares pueden presumir de tener una variedad tan amplia en este apartado. Uno de los manjares marinos de Chile es el pastel de jaiba; tanto, que en las zonas costeras llega a erigirse como disuasorio para elegir uno u otro restaurante, ahí es nada. Esta receta aprovecha la deliciosa carne del cangrejo para crear una masa con pan, cebolla y crema que acaba siendo coronada por queso parmesano, fundido durante unos minutos en el horno justo antes de servirse en la cazuela. Sencillamente espectacular.
Los mariscos adquieren especial protagonismo en la paila marina, guiso preparado con diferentes tipos de almejas, mejillones y un marisco típico de Chile llamado piure, amén de pescados como el congrio y el jugo que se crea tras la cocción. Todos los chilenos saben, por suerte o por desgracia, que es el mejor aliado contra la resaca después de una larga noche: su caldo es mano de santo contra cualquier cuerpo en estado crítico. Por su parte, el curanto es la creación más ecléctica de todas las que componen la gastronomía del país, al combinar mariscos, carnes y verduras. Típico de la isla de Chiloé, la forma tradicional de prepararlo es haciendo un hoyo en la tierra, donde se colocan piedras incandescentes, para más tarde cocinar los ingredientes sobre las brasas.
Los amantes de la buena carne también encontrarán en Chile exquisitos platos con los que deleitar su apetito. El arrollado de huaso es un cuero de cerdo relleno de carne procedente del lomo del animal, cortada en tiras y sazonada con numerosas especias, lo que le otorga un toque característico y realmente intenso. Está enrollado, como su propio nombre indica, y se prepara hirviéndolo en agua durante un par de horas. Se suele servir cortado en rebanadas y acompañado de patatas cocidas. Otras recetas típicas chilenas son el pernil, codillo adobado que suele cocinarse hervido, y la prieta, morcilla chilena indispensable en cualquier buen asado. Tampoco faltan en las parrilladas carnes de primera calidad como cortes de vacuno, costillas de cerdo o longanizas.
Y, por supuesto, qué mejor opción para regar un buen plato de carne o pescado que los extraordinarios vinos que se producen en Chile, de una calidad excelente y que han sabido colocarse entre los más preciados del mundo por méritos propios. Tintos creados a partir de cepas de primer orden como Merlot o Cavernet Sauvignon o blancos elaborados con preciadas uvas como Chardonnay o Sémillon harán las delicias de cualquier aficionado a los buenos caldos. Son muy típicas otras bebidas como la chicha, levemente alcohólica y creada a partir del jugo de uvas o manzanas, y el pisco sour, su cóctel nacional por excelencia.
Eso sí, si quieres disfrutar de la esencia de Chile y hacerte pasar por un auténtico paisano, no olvides saborear el mote con huesillos, una bebida refrescante que se toma en verano, se suele pedir en puestos de la calle y que está compuesta por jugo dulce, granos de trigo (mote) y melocotón deshidratado (huesillo). Todo visitante debe conocer el dicho que reza aquello de ‘más chileno que el mote con huesillos’.
Imágenes: Pablo Rogat; Mabel Flores; Ildi Papp; devinleedrew; Tomás J. Sepúlveda.