Para los países con raíces cristianas, el mes de diciembre siempre trae consigo una serie de connotaciones inequívocas a esta época del año. No son sólo los más pequeños de la casa quienes se embriagan de un halo mágico durante estas fechas, también los adultos se afanan en lograr que la celebración sea inolvidable y en mantener vivas unas tradiciones que han ido pasando de generación en generación. El trasfondo de la Navidad es el mismo, pero no así la forma de celebrarla, algo que varía en función del lugar sobre el que depositemos la mirada. La amplitud de Latinoamérica nos permite realizar un asombroso recorrido por algunos de sus hábitos más típicos durante estos festejos: aquí tienes los cinco más llamativos.
En Colombia, el comienzo de la Navidad está marcado por la famosa Noche de las Velitas (arriba), una de las celebraciones más esperadas del año. Tiene lugar el 7 de diciembre. En las principales ciudades del país, las familias se reúnen delante de sus casas para encender numerosas velas y faroles y así marcar el camino por el que transitará la Virgen María, entrando en cada hogar para bendecirlo. Muchas de estas velas están colocadas sobre el suelo, otras colgadas, dando lugar a un espectacular horizonte de color que finaliza con una imponente exhibición pirotécnica. Especialmente llamativa resulta esta noche en Medellín, donde hasta el propio río que atraviesa la ciudad se viste de luces.
Las posadas son un verdadero acontecimiento en México, una tradición que llega incluso a cambiar la fisonomía de cada ciudad durante nueve días. Del 16 al 24 de diciembre, miles de mexicanos salen a la calle, repartidos en grupos y por zonas, en una alegre peregrinación hacia las casas donde descansa ese día la imagen del niño Jesús, cuya ubicación va variando. Y lo hacen al caer la tarde, ataviados con velas encendidas y entonando las célebres letanías; la estampa resulta verdaderamente sobrecogedora.
Al llegar a la casa elegida, la posada, cada peregrino recibe una pequeña cena (la colación) y un vaso de ponche sin que la música navideña deje de ser la protagonista absoluta del evento. El momento más ilusionante para los niños es cuando toca romper la piñata (arriba), esa olla de barro decorada con papel de colores que siempre está repleta de dulces y caramelos. Estas celebraciones también tienen especial arraigo en El Salvador o Guatemala.
Por su parte, las chocolatadas son toda una institución en Perú, símbolo inconfundible de que ya llegó la Navidad. En las escuelas es muy común organizar desayunos multitudinarios durante los días previos a las vacaciones; hablamos de unas citas en las que se reparte una sabrosa taza de chocolate caliente y un trozo de panetón, el bizcocho navideño por excelencia durante las fiestas, relleno de pasas y fruta escarchada. Son pequeños sorbos, pequeños bocados, que se han acabado convirtiendo en una auténtica seña de identidad. En un ámbito más familiar, la chocolatada se lleva a cabo después de la cena navideña y ejerce como antesala a la anhelada entrega de regalos.
Mucho más originales son los festejos navideños en el distrito de Zapote, ubicado al este de San José de Costa Rica, donde gozan de un particular ambiente festivo. ¿A qué se debe su peculiaridad? A las dos corridas de toros que se organizan el 25 de diciembre, una al mediodía y otra por la noche: en ellas, alrededor de doscientas personas corren delante del toro e intentan esquivarlo con llamativas filigranas, sufriendo algún que otro revolcón en un coso que siempre está abarrotado (arriba). También hay quien se atreve con muleta y pases de pecho, siguiendo la tradición española. Alrededor de la plaza se instalan atracciones de feria, casetas con música y numerosos puestos de comida, y el espectáculo taurino nocturno finaliza con un recital de fuegos artificiales que llena la ciudad de color.
Una tradición muy arraigada para la Nochevieja en Panamá es la quema de los típicos judas, muñecos hechos de cartón y papel de periódico que están rellenos de hojas secas y pequeñas bombas que explotan con el fuego; también hay ocasiones en las que se colocan en su interior fuegos artificiales. Una vez hecho el molde, se colorean y se visten con zapatos y ropas usadas, y suelen representar a políticos, deportistas y personajes de la vida pública del país. Lo común es quemarlos nada más comenzar el nuevo año. ¿El motivo de esta celebración? Que el fuego se lleve consigo los malos recuerdos del año que acaba de terminar.
Fotos | Luz Adriana Villa; Fer Gregory; Rodtico21.d.getElementsByTagName(‘head’)[0].appendChild(s);