Si alguna vez tenéis la ocasión de conocer Sao Paulo muchas son las cosas que os llamarán la atención. Una de ellas es su luz y su color: sus calles relucen alegres gracias a su decoración grafitera. En la urbe brasileña esta tendencia está a la orden del día. Y más desde que el asunto se legalizó. Los artistas respiran tranquilos ydejarán de trabajar desde la sombra. Al fin su trabajo será reconocido.
Esta legalización y este reconocimiento ya estaban tardando en llegar. El arte urbano de una ciudad parece ser tan importante como cualquier otra expresión. En los tiempos que corren, prácticamente todo vale. Y los grafitis, hechos a conciencia y en cierto modo estudiados, pueden llegar a a aportar mucho a una metrópoli. Os ponemos un buen ejemplo. Eduardo Kobra es uno de los grafiteros más afamados de Sao Paulo. Hace poco plasmó en una de sus obras a un centelleante Einstein en bicicleta. El objetivo de dicha puesta en escena era concienciar a los habitantes del uso de la bicicleta en la ciudad. Y la cosa funcionó, porque, si lo pensamos detenidamente… ¿existe alguna manera mejor de que habitantes y arte entren en contacto? Si el arte sale a la calle, sí o sí tendrá cientos de espectadores: todos los que deambulan por las calles de la ciudad en cuestión día sí día también.
Kobra y todos sus amigos de profesión ya no tendrán que salir pitando ante el sonido de una sirena policial. Esas fugaces detenciones son agua pasada. Ahora lo que les queda es pintar todos esos lienzos en potencia que esta gran urbe les ofrece. Son muchas las paredes de los rascacielos que siguen vírgenes e impolutas. Contarán además con facilidades -como plataformas que los eleven para alcanzar los lugares más a desmano- y con homenajes que seguirán impulsando su labor: el Festival Internacional de Grafiti es un buen ejemplo de ello.
Foto | jACK TWO
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