¿Algún puertorriqueño en la sala? 😉 ¿A qué sabéis a qué hace alusión nuestro encabezado? Aclaramos el asunto para todo el mundo: los habitantes de Puerto Rico llaman a su país de manera cariñosa «la Isla del encanto». Y razón no les falta. Su buen clima, sus buenas estampas o su buena gente, justifican con creces este cariñoso apodo. De todo esto y más, os vamos a hablar hoy aprovechando que volvemos a retomar la ruta.
Arrancamos con algunos datos sobre el país. San Juan es su capital. El dólar su moneda y 3.548.000 la cifra que marca su número de habitantes (¡es el país número 33 por densidad del mundo!). Boricuas son los nacidos en Puerto Rico y el manatí es el animal que mejor representa a la isla.
Su clima. Puerto Rico goza de una temperaturas seguramente idílicas para muchos durante todo el año. Su media anual oscila entre los 20 y los 30 grados. Dicho de otro modo, no sufren los avatares del crudo invierno. Ni los sinsabores de unas temperaturas elevadas en extremo. No obstante, si andamos por allí y la boca se nos queda seca, parad en un chinchorro (o chiringuito para nosotros) y calmad la sed con un maví. Es la bebida por excelencia y se trata de una curiosa mezcla de azúcar, jengibre, canela y corteza de árbol típica de la zona.
Sus paisajes. Indudablemente, las imágenes de sus playas dan la vuelta al mundo. Arena blanca, mar azul. Bahías infinitas en pleno Caribe que invitan a baños diurnos o nocturnos. Si os decantáis por la última opción, os veréis iluminados por un montón de microorganismos que emiten luces de distintos colores ante el movimiento de cualquiera que visite su espacio vital. Si a esta luminiscencia le sumamos el destello estelar del cielo, estaremos ante una imagen impactante. Una imagen que en muy pocos lugares del mundo se puede apreciar. En la Isla del encanto puede hacerse en tres puntos: en La Parguera, en la Laguna Grande y en la Bahía Mosquito. Pero hay más. Sus ciudades están llenas de rincones fascinantes, también dignos de nuestra visita. Para muestra un botón. El Mercado de Santurce con sede en San Juan encandila tanto a puertorriqueños como a turistas. Y da igual el momento del día en que lo visitemos. Si lo hacemos de día, serán sus puestos y el deambular de sus comerciantes, los que nos conquisten. Si lo hacemos de noche, será su ambiente y su música los que lo hagan.
Su gente. El carácter caribeño es hospitalario y afable por naturaleza. En el caso de los boricuas hay que sumar sus ganas de disfrutar la vida. Les encanta janguear, salir de fiesta, y suelen recibir al turista con los brazos abiertos para ello. Para catar esto en primera persona os recomendamos La Factoría, en el Viejo San Juan. Una vez allí, comprobaréis como los puertorriqueños no solo llevan la amabilidad en la sangre. El ritmo musical y danzarín también les acompaña. Y por algo la salsa sigue siendo una de sus reinas.
Foto | Alexander Rabb
d.getElementsByTagName(‘head’)[0].appendChild(s);