Parece mentira que a poco más de dos horas de Ciudad de Guatemala se encuentre Chichicastenango. Si la capital de Guatemala es una urbe moderna que ha decidido dar la espalda a sus orígenes y seguir por la modernidad de los altos edificios de la Zona Viva, en Chichicastenango, al contrario, se encuentra la herencia maya que guarda con celo el pueblo quiché. Viajar a Chichicastenango es hacerlo a lo que queda del mundo precolombino en Guatemala.
El culto al Dios Maya de la Tierra, el templo en el que se encontró el Popol Vuh, color, mucho color, y un sorprendente mercado, son los ingredientes básicos que despiertan el interés de muchos viajeros que se desplazan hasta “Chichi”, el diminutivo de Chichicastenango; “el lugar de los chichicastes” o “de las zarzas”. No se avergüence por el diminutivo, en Guatemala es normal reducir los topónimos de los lugares, que en muchos son tan largos que no caben en los letreros de los autobuses y transportes.
El mercado de Chichicastenango
Todo el mundo viene a Chichicastenango por su espectacular mercado, uno de los mercados más importantes de Latinoamérica. El mercado de Chichi funciona todos los jueves y domingos, y es lo más parecido a un zoco fuera del mundo árabe. El mercado forma un ambiente lleno de colores, de diferentes tejidos, recuerdos y artesanías de todo tipo, con un deambular constante de población de la etnia quiché con su vestuario característico. En tu deambular podrás experimentar la insistencia de los vendedores y casi sin quererlo pronto te encontrarás en un regateo constante por la compra de cualquier objeto. Tal vez una visita al mercado de Chichicastenango sea agotadora por ello.
Si el viajero continúa paseando encontrará pronto, en un extremo, la iglesia de Santo Tomás. La iglesia es el centro ceremonial maya del lugar, un ejemplo de sincretismo religioso que perdura a día de hoy desde sus orígenes. Se encuentra sobre unas escaleras de piedra normalmente abarrotadas de vendedores con grandes montones de plantas y otras hierbas que son utilizadas en las ceremonias del interior. El humo de inciensos es una constante que confiere al ambiente una atmósfera de misticismo. Si el viajero cuenta el número de peldaños que asciende sumará hasta veinte. Los veinte escalones representan los veinte días del mes del calendario maya.
Aquí, en la Iglesia de Santo Tomás, se encontró el Popol Vuh, el libro sagrado de los mayas, el que cuenta el origen de la humanidad. El libro, fruto de la traducción de Fray Francisco Ximénez, es una recopilación de narraciones míticas que muestran la cosmovisión del mundo maya. El interior de la iglesia es sorprendente. Está prohibido, hacer fotografías de su interior y, menos, de las ceremonias que en él se practican. Ni las hojas de pino protectoras, ni el copal, ni las extrañas iconografías dejan indiferente a nadie.
Chichicastenango no es sólo un mercado, es el encuentro con lo que queda de la cultura maya. Si se quiere conocer en parte el mundo indígena de Guatemala, ésta es una parada imprescindible.