Ya os hemos hablado de Madeira en alguna otra ocasión. Hoy, repetimos. Pero esta vez no lo haremos para recomendaros posibles opciones de turismo. Hoy lo haremos para hablaros de uno de sus grandes tesoros: los senderos del agua. Aunque algunos sabréis a qué nos referimos, seguro que a muchos esto os suena a chino.
Lo de los senderos del agua tiene cola. Histórica. Y mucha. En 1419, cuando llegaron los primeros portugueses a esta isla semitropical, no solo les dio la sensación de que aquel lugar era un trozo de tierra a la deriva en medio de la nada, también sintieron estar en un extraño y curioso Jardín del Edén. La plaga de árboles era tal que la única manera que tuvieron para colonizar Madeira fue prenderle fuego a sus tupidos bosques. Y la leyenda cuenta que estuvieron ardiendo durante siete años. Además, se dice por ahí, que los árboles no eran árboles al uso, sino árboles impactantemente gigantes: 14 hombres en fila eran necesarios para rodear el tronco de muchos de esos árboles.
Bosques tupidos, árboles gigantes y fuegos inagotables aparte, aquellos hombres sí que se tuvieron que enfrentar a un reto de redistribución del agua. Resulta que el noroeste de la isla era húmedo y el sureste era seco pero fértil. Tenían que conseguir que el agua llegase a esa parte tan seca como fértil para aprovechar las bondades de su tierra. Y así nacieron las levadas o, dicho de otro modo, los senderos del agua: una red de canales rebosantes de agua tallados en las rocas y de una longitud de más de 2000 kilómetros, que corren junto a los senderos de la isla y cuya función es ir distribuyendo agua por toda la isla. Esta obra geológica empezó a construirse en el siglo XVI y, a la fecha, su objetivo sigue siendo el mismo. Solo que además de esta importante misión, hoy en día son también un buen apoyo para los senderistas que año tras año penetran en el interior de la isla con el objetivo de recorrerla andando de una punta a otra.
Así es. Otro de los encantos de Madeira son sus exclusivas rutas para expertos caminantes. Hay muchas y todas ellas corren a la par que los senderos del agua. La Levada do Caldeirao Verde es una de ellas, espectacular y frenética: atraviesa montañas a unos mil metros de altura. Su vegetación es un buen popurrí de especies. Tramos de eucaliptos y cedros dan paso a tramos de laureles, caoba y brezos. Y, al igual que antaño, sus medidas suelen ser tremendas. Porque en Madeira, todo se magnifica, todo es más grande que en el resto de Europa y, la vegetación que acompaña a estos senderos del agua tampoco es la excepción.
Foto | stevekeiretsu
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