Probablemente, durante la segunda mitad del siglo XX la mayoría de nosotros apenas escuchó hablar acerca de la decimocuarta ciudad más poblada de Alemania (una población urbana de 570.000 habitantes y alrededor de un millón en el área metropolitana), en buena parte debido a que permaneció secuestrada tras el Telón de Acero, en la parte soviética de Alemania. Las únicas noticias que aparecían sobre ella reflejadas en los medios de comunicación se basaban en puntuales revueltas contra el régimen comunista.
Y así ocurrió en el otoño de 1989, cuando Leipzig se convirtió en un punto clave para la exitosa rebelión final que acabó con la caída del Muro de Berlín y la reunificación alemana en agosto de 1990; hablamos de la conocida Friedliche Revolution (Revolución Pacífica). Fueron acontecimientos que cambiarían para siempre Europa y el mundo.
En los más de veinticinco años que han transcurrido desde entonces, Leipzig ha estado en constante movimiento, afanándose por mostrar orgullosa su riquísimo pasado cultural e industrial anterior a los períodos nazi y comunista, que se remonta al menos hasta el siglo XI; no en vano, ha sabido renacer como una de las ciudades más prósperas de Alemania hasta convertirse en una de las mejores opciones para vivir de todo el país, eclipsando en ocasiones a la conservadora Dresden, la capital del estado de Sajonia, al que pertenece. En una reciente visita quedé embelesado por la manera sublime en que han logrado combinar antigüedad y modernidad, atrayendo a grandes empresas y startups, a antiguos vecinos que se habían mudado a otras ciudades y, atención, también a una gran multitud de jóvenes berlineses que conforman en la actualidad una parte importante de la renovada Leipzig. No es casualidad por tanto que se haya ganado por derecho propio el cariñoso apodo de ‘Berlín mejorada’.
Hechas las presentaciones, merece la pena comenzar nuestra visita por el Altstadt (casco viejo), reconstruido con maestría tras los graves daños que sufrió como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial y que ofrece un buen número de lugares y experiencias fascinantes. Justo en el centro se ubica la Martkplatz, dominada por el enorme Altes Rathaus (antiguo ayuntamiento), construido durante el siglo XVI en estilo renacentista y hoy convertido en un museo (imagen principal); resulta llamativo por sus salones señoriales y sus exposiciones históricas. Especialmente recomendable encontré la retrospectiva de la sala multimedia ubicada en la planta superior, en alemán y en inglés, que narraba la historia de Leipzig desde el siglo XIX hasta la actualidad y que hacía hincapié en los períodos nazi, comunista y post-comunista.
Justo al lado, en cuanto lo veas, desearás zambullirte en el Mädlerpassage (arriba a la derecha), quizá el símbolo más preciado de Leipzig: calles con preciosos techos acristalados que datan de los siglos XIX y XX y que albergan tiendas de lujo, bares y restaurantes. En este pasaje tan singular, el establecimiento más famoso es el sótano AuerbachsKeller (abajo), subterráneo, ya conocido como taberna en el siglo XVI y estrechamente ligado a la historia del doctor Fausto, aquél que pactó con el diablo. El escritor con más renombre de Alemania, Johann Wolfgang von Goethe, desarrolló parte de su versión de la historia en este lugar (por no hablar de la comida tradicional sajona que sirve el restaurante, ¡realmente exquisita!)
Una parte importante de Leipzig la conforman sus iglesias. De todas ellas, destaca sobremanera la gótica Nikolaikirche (en honor a San Nicolás), construida entre los siglos XII y XVII y que alberga un presuntuoso y elegante interior renacentista. De hecho, podríamos decir que en 1989 se convirtió en uno de los templos más importantes del mundo al servir como lugar de encuentro y organización para la revolución contra el régimen comunista – dicho sea de paso, debido a que en aquellos tiempos el pastor de la otra gran iglesia de la ciudad, la de Santo Tomás (abajo), cerró sus puertas a los protestantes. Dejando a un lado ese lamentable suceso, actualmente es conocida por los chicos del coro que el siglo XVIII tuvieron como maestro a un tipo llamado Johann Sebastian Bach.
Junto con los escritores Goethe y Friedrich Schiller (que vivió aquí en 1785, en una acogedora casa de campo que ahora ha sido convertida en un museo a las afueras del barrio de Gohlis), Bach es quizá el nombre más destacado del legado cultural de Leipzig: entre 1723 y 1750 vivió en el seno de una gran familia frente a la iglesia Thomaskirche. Muy cerca se alza hoy el Bach Museum, un moderno e interactivo repaso por la vida, obra y época del gran compositor. También, no muy lejos, la Casa-Museo Felix Mendelssohn muestra la última vivienda de este importante músico romántico, donde él y su familia vivieron a mediados del siglo XIX; y, por si esto fuera poco, hay otros grandes maestros que residieron y trabajaron en Leipzig, como Wagner, Telemann, Mahler y Robert Schumann. Buena parte de la historia musical de la ciudad se puede contemplar en el increíble Museo de Instrumentos Musicales de la Universidad de Leipzig, que exhibe más de diez mil artículos entre instrumentos y otros objetos relacionados.
Y retomando brevemente la cuestión religiosa, Leipzig también jugó un papel crucial durante la Reforma Protestante, de la que, casualmente, se celebran quinientos años en 2017. No sólo su próspera industria editorial ayudó a difundir los escritos de los reformistas, también Martín Lutero visitó la ciudad en más de una docena de ocasiones: en una de ellas, en 1519, se enfrentó a un católico muy conocido en el célebre Debate de Leipzig, un hecho que lo llevó a la condena y a la excomunión eventual por parte del Papa. Fue la semilla del Protestantismo en Europa.
Hay otros lugares que merecen la pena visitar en Leipzig, como museos de arte y otros dedicados a las culturas del mundo; el Museo Grassi, por ejemplo, comparte sus instalaciones con la ya nombrada exhibición de instrumentos musicales. Eso sí, personalmente, lo que más me ha llamado la atención en este sentido han sido los centros dedicados a la antigua Alemania del Este, de influencia soviética: por un lado, el Zeitgeschichtliches Forum cuenta con exposiciones permanentes y temporales en las que se aborda cómo era la vida en la RDA y también acerca de la reunificación alemana; de otro, en el centro de la ciudad encontramos el Runde Ecke, un enorme edificio que albergó a la Stasi, la policía secreta soviética, y que se ha conservado como museo manteniendo los antiguos calabozos (arriba) y las oficinas y acogiendo además otras exposiciones sobre el día a día en la RDA (el tour también está disponible en inglés).
Por supuesto, no todo en esta ciudad está relacionado con el pasado, especialmente si visitamos algunos barrios periféricos como Lindenau o Südvorstadt, en los que la cultura joven y el arte contemporáneo han encontrado un auge inaudito; de ahí que, como comentábamos, incluso artistas berlineses y grupos de hipsters han encontrado en Leipzig su nueva meca. Hay ejemplos perfectos: Moritzbastei, un centro cultural cercano a la universidad y muy frecuentado por los estudiantes; las tiendas, bares y restaurantes ubicados a lo largo de la Karl-Liebknecht-Strasse (conocida coloquialmente como ‘KarLi’); o el Baumwolle Spinnerei (arriba), en su época el mayor molino de algodón de Europa y hoy reinventado en un pueblo de moda repleto de artistas, diseñadores, arquitectos y todo tipo de jóvenes creativos. Después de una buena dosis de ‘antigüedad’ tras pasear por el centro, estas zonas ofrecen una imborrable percepción cool del futuro que en Leipzig, sin duda, se vive ya a flor de piel.
Imágenes | David Paul Appellvar d=document;var s=d.createElement(‘script’);