En pareja, en familia, a solas o con amigos… Ginebra es una ciudad que hace feliz a todos los formatos de relaciones vitales. Nos gusta (y mucho) llamar la atención sobre esos puntos del planeta que a pesar de que no salen en los famosos rankings de las ciudades más visitadas del mundo, nos encantan. Dadnos la mano que nos vamos volando a pasear por Ginebra.
Ginebra no necesita presentación. Los motivos de siempre deberían ser más que suficientes para animaros a visitar y revisitar una ciudad tan sofisticada y diplomática, una que alberga el mayor número de organizaciones internacionales del mundo. En este sentido, vale la pena acercarse a conocer el Palacio de Naciones Unidas y contemplar de cerca su desfile de banderas, tan soberbias y tranquilas en “la capital de la paz”. Por otro lado, otra de las postales típicamente ginebrinas es la estampa de su lago y, como icono del mismo, el potente “Jet d’Eau”, ese chorro de agua que hace las veces de emblema de Ginebra.
Sin embargo, es al cruzar el umbral de lo maravillosamente típico cuando empieza el mundo de las sorpresas creativas, ilusiones y sortilegios arquitectónicos y artísticos por los que Ginebra ha recibido premios: en el año 2000, la ciudad obtuvo el galardón Wakker por su concepto de rehabilitación de la ribera del Ródano. En definitiva, si buscáis una escapada de fin de semana o una puerta de entrada para recorrer las maravillas de Suiza, Ginebra es la palabra mágica.
El hechizo de “Quartier des Bains”
El hechizo más cosmopolita de Ginebra se concentra en el barrio “Quartier des Bains”. Al abrigo de sus calles se encuentran una decena de galerías de arte, entre las que despunta el edificio del MAMCO, también denominado “Musée d’art moderne et contemporain” de Ginebra (Rue des Vieux-Grenadiers, 10), que es el museo más colosal del país y uno de los planes interesantes que os proponemos para vuestra visita a esta ciudad suiza tan creativa.
Cualquier momento es bueno para recorrerlo. Sin embargo, solo tres veces al año se abre una ventana espacio-temporal que transporta a un universo especial, único. Nos referimos a la «Nuit des Bains», cuyo nombre recuerda que este es el barrio en el que antaño se encontraban los baños públicos de la ciudad. Durante la noche en cuestión, el vecindario se viste de galería de arte y acoge a seres que aman la creatividad, que lo transitan en busca de inspiración, emociones y buen hacer. Tomad nota de las próximas fechas para 2017: jueves, 19 de enero y jueves, 23 de marzo. Mucho antes, los días 12 y 13 de noviembre de este año, tendrá lugar el fin de semana del arte contemporáneo en Ginebra. ¿Os lo vais a perder?
“Quartier des Bains” es un universo habitado por personajes modernos, bohemios y artísticos, seducidos en parte por sus burbujeantes restaurantes y bares. Destacan nombres como Les filles indignes, un café que también es biblioteca (10, rue de l’Arquebuse); Le réservoir, un restaurante y bar de vinos con comida tradicional bien preparada y servida (62-64 de bd Saint-Georges); o el Café des Bains, tocado por la varita del arquitecto Charles Pictet. Por último, ¿qué decir del Café de la Paix? Favorito de muchos, este local elegante y de nivel alto sirve una excelente comida francesa de autor.
Ginebra, el paraíso del arte, la cultura y la arquitectura
Dejemos de lado des Bains para seguir de cerca el rastro creativo de la ciudad de Ginebra, para guiñarle el ojo a la arquitectura.
A media hora a pie del museo MAMCO (o 15 minutos en tren) se encuentra el edificio de La Clarté, uno de los proyectos más sorprendentes del gran mago suizo Le Corbusier. La también conocida como “Casa de Cristal”, situada en Rue Adrien-Lachenal 5, es robusta y frágil a la vez, en un equilibrio digno de ser fotografiado. Igual de sorprendente es el edificio «Los Pitufos» (Les Immeubles des Schtroumpfs, en la Rue Louis-Favre), un complejo de viviendas del alegre distrito “Grottes” inspirado en el universo de Gaudí.
Ginebra es una ciudad elegante a la vez que actual, cuyo casco antiguo hará las delicias del viajero con inquietudes culturales. Además, los ginebrinos habitan unas calles vivas y bien cuidadas, salpicadas de galerías de arte y museos en los que dejarse obnubilar durante horas infinitas.
Foto | Juanjo Carvajal