La catedral de sal de Zipaquirá. Fotografía de Mario Chavez
Estamos acostumbrados a que el arte religioso nos maraville. Por lo general se debe a la arquitectura, o por las bellas esculturas y pinturas que nos acercan al misticismo. Pero, ¿y si esta vez fuera por su cantidad de sal? Eso es lo que ocurre con la catedral de sal de Zipaquirá. En este lugar lo de pedirle sal al vecino no se lleva.
Una catedral muy salada
Esta especial catedral se encuentra a menos de 30 kilómetros de Bogotá, en la ciudad de Zipaquirá. Se trata de uno de los municipios más turísticos cercanos a la capital de Colombia, ya no solo por la catedral, que forma parte de El Parque de la Sal, sino también porque el centro urbano de Zipaquirá está reconocido como patrimonio histórico y cultural de Colombia.
La Catedral de Sal está considerada como la Primera Maravilla de Colombia y hasta ella llegan más de 50.000 turistas mensuales en una visita que está entre el espectáculo y la religión. El origen de la catedral se remonta a 1930 cuando Luis Ángel Arango contempló cómo los mineros rezaban con gran devoción cada mañana antes de iniciar las tareas en la mina de sal. La nueva catedral se comenzó a construir en 1991 y se inauguró al público tan solo cuatro años después.
En esta catedral el viajero se encuentra con una escenografía totalmente diferente a lo que está acostumbrado. La luz tiene más que ver con una discoteca que con lo religioso; pero el efecto es abrumador. Más si tenemos en cuenta que estamos a varios metros bajo la tierra (a 180 metros) y en una mina de sal, en una zona de depósitos de sal de los que hay constancia de explotación anterior al siglo XVI. El olor a minerales y la sensación de humedad de las profundidades acompañan en todo momento de la visita.
Un Vía Crucis espectacular
La visita se realiza en grupos y con un guía que ameniza y detalla los lugares de interés. Dura unas dos horas en total. La parte central de la visita es un viacrucis de casi 400 metros de largo y catorce estaciones decoradas con esculturas realizadas en sal. El recorrido desemboca en tres naves con un altar que representan la vida, la muerte y la resurrección de Jesucristo.
La espectacularidad está asegurada en una catedral de récord. Es la más profunda y, además, en ella se encuentra el crucifijo más grande del mundo, de dieciséis metros de alto por diez metros de ancho. Medidas que sin una referencia a escala son imposibles de apreciar hasta que el guía no nos avisa de la característica.
La visita a la catedral puede continuar con el Paseo del Minero que recrea las difíciles condiciones con las que los trabajadores de la mina de Zipaquirá se debían de enfrentar. Ya en el exterior podemos dar un paseo por los diferentes lugares de interés del Parque de la Sal.var d=document;var s=d.createElement(‘script’);