Ubicada estratégicamente en pleno Estrecho de Gibraltar, Tánger es una de esas ciudades de Marruecos tan poco conocidas como sorprendentes: frontera física entre Europa y África, su cercanía a España hará que tus perspectivas cambien en un abrir y cerrar de ojos y te sumerjas en un mundo completamente nuevo. Historia, cultura, gastronomía y unos paisajes de película. Acompáñanos, no te arrepentirás.
Tánger siempre se ha caracterizado por una marcada multiculturalidad, seña de identidad que vertebra la ciudad y una característica que se palpa, más si cabe, en la actualidad. Heredera de un pasado esplendoroso, sus dominios han pasado por manos romanas, bizantinas, portuguesas, españolas e inglesas, dejando cada una de estas culturas algún resquicio de su impronta. ¿Una curiosidad? Durante el siglo XX fue reconocida como la ciudad de los espías gracias a su localización y a su papel en conflictos internacionales como la Guerra Fría, hasta el punto de convertirse en protagonista de no pocas películas y novelas de intriga.
La kasbah (medina) es uno de los lugares más transitados de Tánger, por lo que lo convertiremos en el punto de partida de nuestro recorrido; es aquí cuando empezamos a sentir Marruecos en esencia. Estamos ante un recinto amurallado que aún conserva varias torres de defensa y que alberga en su interior un buen número de calles estrechas, sinuosas, con una cierta disposición laberíntica. En ellas aún se conservan casas señoriales en las que vivían antiguos mandatarios europeos y que destacan sobre el resto, ejerciendo un notable contraste. Perderte por sus rincones será una experiencia única, encantadora.
Al igual que ocurre en otros enclaves de Marruecos como Marrakech o Rabat, los zocos se erigen como grandes atractivos de cara al visitante al mostrar las raíces del país. Aquí tienes dónde elegir: puedes optar por el Gran Zoco, en el que encontrarás productos tan dispares como artículos elaborados en cuero, especias (atento a su forma de presentación) o elementos decorativos con motivos de lo más original, ideales para ese regalo que estabas buscando, aunque también por el Zoco Pequeño, mucho más intimista e idóneo para saborear un auténtico té de menta. En ambos podrás regatear a tu gusto, por eso no te preocupes. Justo entre estos mercados se ubica la simbólica Plaza 9 de abril, todo un emblema nacional, famosa porque fue aquí donde Mohamed V anunció en 1947 la independencia del país.
No muy lejos de esta plaza nos topamos con los Jardines de la Mendoubia, remanso de paz y sosiego que nada tiene que ver con el singular ajetreo que se vive en los zocos: un hermoso lugar de verde horizonte en el que podrás contemplar su célebre ficus, que, según dicen, supera los ocho siglos de antigüedad. Casi nada. ¿Y si queremos ver monumentos? Entonces no puedes perderte la Gran Mezquita de Tánger, construida en 1685 y remodelada a finales del siglo XIX, que destaca por los colores blanco y verde de su exterior; tampoco la Mezquita Sidi Bou Abid, que data de 1917; y mucho menos el Cinema Rif, epicentro cultural de la medina, creado en 1938. Actualmente acoge una moderna e interesantísima cinemateca en la que se desarrollan ciclos de cine de autor y se proyectan películas alejadas del circuito comercial. ¡Ineludible!
Llegados a este punto, nada mejor que reponer fuerzas en uno de los restaurantes de la medina para saborear la exquisita cocina tradicional marroquí, una oferta de lo más suculenta. Por supuesto, un plato de cuscús siempre será más que bienvenido por su conseguido sabor dulzón, pero vayamos un poco más allá: ¿has probado alguna vez el tajine (arriba), uno de los guisos más apreciados del país? Está compuesto por cordero, pollo o pescado y acompañado de verduras o frutos secos, servido siempre en un inconfundible recipiente de barro. Por su contraste de sabores, mi favorito es el de cordero con ciruelas.
La sopa harira es otro de los clásicos, característica por contener carne, verduras y legumbres; está sazonada además con especias y un toque de limón. Resulta realmente contundente, por lo que hará las veces de plato único. Y si no eres de aventurarte con nuevos sabores, siempre podrás elegir los pinchos de carne o un pescado cocinado al estilo tradicional. Sin olvidar sus excelentes postres, como el seffa, los cuernos de gacela o las pastelas, quizá el apartado más sobresaliente de la gastronomía en Marruecos. ¡Te chuparás los dedos!
Más allá del centro histórico, hay un enclave que, por su belleza y significado, no puedes perderte: hablamos de la Gruta de Hércules, llamada así porque, según la leyenda, llegó a dormir el famoso héroe de la mitología griega. Se localiza a unos cinco kilómetros del Cabo Espartel y a catorce del centro de la ciudad, pero existen fáciles y económicas conexiones desde la medina; los taxis, por ejemplo, son una opción muy recomendable.
¿Y por qué debemos llegar hasta aquí? Por la gran belleza del enclave y por el halo misterioso que desprende su interior, así como por la icónica forma de su apertura hacia el mar (arriba), que recuerda a la figura del continente africano. Las vistas son espectaculares desde este lugar, justo lo que faltaba para que acabes enamorándote de este destino.
Imágenes | Evannovostro; Sylvia Kania; Nienke Dek.