La pequeña y encantadora región del vino al sur de Brasil

29/03/2017

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Cuando los amantes del buen vino piensan en Latinoamérica, resulta irremediable que Argentina y Chile vengan de repente a sus mentes; sin embargo, un poco más al este, en el estado más meridional de Brasil, Rio Grande do Sul, encontramos una pequeña región vinícola mucho menos conocida que tuve el placer de visitar recientemente. Me encantó descubrir sus hermosos paisajes ondulados y su clima tan agradable, que me recordó a la Toscana y al Valle de Napa, en California, así como la enorme variedad de vinos de gran calidad con los que cuentan.

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En las Colinas del Gaucho, a dos horas en coche al norte de la capital del estado, Porto Alegre, el Vale dos Vinhedos (Valle de los Viñedos) no tiene nada que ver con las famosas playas de Rio o con el ambiente afrobrasileño que se vive en Bahía; aquí, las influencias culturales proceden de la inmigración alemana de finales del siglo XIX y principios del XX y, en materia vinícola, de origen italiano. El valle está dominado por un par de ciudades, Bento Gonçalves y Garibaldi (sí, con el nombre del héroe de la reunificación italiana), y alberga dos docenas de bodegas que cuentan con diferentes tamaños y edades: algunas de ellas se remontan hasta el siglo XIX, otras tienen apenas tres décadas, y la gran mayoría de ellas aceptan visitas.

Algunas son de pequeño tamaño, como Adega Dom Eliziário, de marcado carácter familiar y que produce finos vinos con carbernet sauvignon, merlot y exquisitos vinos espumosos: hay otras con tradición industrial, de mayor escala, como Vinícola Miolo (imagen principal), uno de los líderes del mercado en Brasil que suele organizar tours guiados, catas y diversos eventos en sus amplísimos jardines. Sí, se extendían durante hectáreas y hectáreas.

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Las propias ciudades también cuentan con algunos puntos de interés de cara al visitante. Bento Gonçalves, fundada en 1875 y con una población que supera los 100.000 habitantes, tiene entre sus atractivos un antiguo tren de vapor, un museo sobre la inmigración, un centro cultural que incluye galerías de arte e, incluso, un parque temático llamado Epopéia Italiana, donde también se aborda el tema de la inmigración. Pero, sin duda, lo que más me llamó la atención fue la seriedad con la que se toman su herencia vinícola, con una iglesia y una enorme puerta de cemento en la entrada de la ciudad que sugiere la forma de un barril de vino (esta última, arriba, proclama: “Estás entrando en el mundo del vino”). Delante del hermoso ayuntamiento local, además, nos topamos con una fuente que simulaba vino tinto. Y sí, lo reconozco: ¡intenté probarla!

Por su parte, Garibaldi (fundada en 1870 y con sólo 31.000 habitantes) dispone de encantadoras casitas históricas en su casco antiguo, así como un museo municipal y, como en Bento Gonçalves, un antiguo tren y una estación de lo más tradicional. Y bodegas, claro. Además, en sus alrededores también es posible realizar turismo de aventura.

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¿Lugares en los que hospedarte? Si comparamos este apartado con otras regiones dedicadas al vino, hay menos oportunidades; eso sí, podrás encontrar diferentes hostales y un buen número de adorables pousadas (una especie de bed&breakfasts) repartidas entre ambas localidades. Y si éste no es tu estilo, siempre podrás optar por el Spa do Vinho, un lujoso y extenso resort ubicado en una colina en medio de los viñedos, propiedad de la cadena Marriott: tradicional, pero sin ser aburrido, cuenta con algunos de los mejores restaurantes del sur de Brasil, ofreciendo asimismo degustaciones de buenos vinos (arriba) y un spa de gran tamaño con piscinas cubiertas y al aire libre y servicios que, obviamente, incluyen tratamientos de vinoterapia.

Y si el viaje al Valle de los Viñedos te ha parecido curioso, puedes hacerlo todavía más interesante añadiendo una parada en la pequeña y pintoresca ciudad de Gramado, a dos horas de distancia en coche: no sólo destaca por ser la “capital navideña” de Latinoamérica, también por haberse convertido en un afamado destino turísticos para los propios brasileños gracias a su clima y a una arquitectura que recuerda a las regiones montañosas europeas.

Sin duda, una parte de Brasil que no esperabas que existía… ¡digna de un brindis!

Imágenes | David Paul Appell

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