Sí, lo sé, y por eso quiero empezar pidiendo disculpas. En el centro de Sevilla hay tantos bares auténticos, tantos rincones en los que disfrutar de una buena tapa y una cerveza helada que sería imposible abordarlos todos en un solo artículo; por eso he seleccionado solo algunos de los que mejor pueden representar la esencia de la ciudad de cara al visitante. Y es que la capital andaluza refleja fielmente la imagen que España intenta vender al exterior gastronómicamente hablando: carácter, sabor y mucha, mucha tradición. Si a todo esto le añadimos un clima ideal durante la mayor parte del año, resultará difícil encontrar un destino más apetitoso que éste.
Empezaremos nuestra ruta por el bar más antiguo de España, no podía ser de otra manera: El Rinconcillo (Gerona, 40, muy cerca del Palacio de las Dueñas) lleva sirviendo vinos y viandas desde 1670, que se dice pronto. Sus paredes de azulejos han visto desfilar durante siglos a lo más granado de la sociedad sevillana y, a pesar del paso del tiempo, su solera sigue intacta; jamones colgados del techo, un sinfín de botellas ordenadas con paciencia (imagen principal) y unos barriles a modo de mesas que conviven con un respetado restaurante interior. Sus pavías de bacalao, su carne en salsa y sus espinacas con garbanzos, plato sevillano donde los haya, conforman un menú de marcado arraigo.
Dos calles más allá (San Felipe, 15) nos topamos con una de las cervecerías más reconocidas y reconocibles de todo el casco antiguo: El Tremendo. Y lo es porque aquí la gente entra a pedir y, acto seguido, sale a la puerta para disfrutar del merecido refrigerio. Pocas cervezas encontrarás en Sevilla tan bien tiradas, pudiendo acompañarlas de una tapa de mojama de atún o unos típicos chicharrones de cerdo. El ambiente, como poco, espectacular.
En la Plaza del Cristo de Burgos, 19 se ubica la Taberna Los Coloniales, un clásico que acoge a sevillanos y turistas a partes iguales, de ésos que nunca defraudan. Tiene tanto éxito que suele llenarse pronto y, si no hay mesa libre cuando llegues, tendrás que apuntarte con una tiza en la pizarra que tienen colgada en el exterior y esperar a que te llamen. En los días soleados, su terraza es una verdadera bendición. ¿Para comer? Una tosta de salmorejo y jamón, unas berenjenas con miel o su famoso manjar blanco son opciones perfectas. ¿Los postres? Irresistiblemente caseros.
Caminamos un poco hasta llegar al Patio San Eloy (San Eloy, 9), famoso por sus gradas decoradas al más puro estilo andaluz y por sus vitrinas repletas de montaditos; llamadme chovinista, pero no negaré que mi favorito es el andaluz. De aquí al Blanco Cerrillo hay menos de cinco minutos recorriendo la calle Tetuán: y, fíjate, no hará falta que escriba la dirección exacta del bar porque el aroma de su plato estrella, los boquerones en adobo (arriba), se encargará de guiarte. Y no es broma. Se dice que hasta el cantante Axl Rose estuvo aquí el año pasado antes de dar el do de pecho como frontman de AC/DC en Sevilla. ¡Bocados de placer!
Después de semejantes delicias, ¿qué tal un café o una copa para amenizar la sobremesa? Podríamos optar por algún local de la clásica Argote de Molina (más conocida como Cuesta del Bacalao por el icónico ejemplar que adorna la esquina con la calle Placentines), pero hoy nos decantaremos por la terraza del Hotel Fontecruz Seises (Segovias, 6) para disfrutar de unas vistas que quitan el aliento. Recientemente remodelado, su planta superior (arriba) alberga un lounge con piscina desde el que casi, casi podrás tocar la Giralda con los dedos. Saca tu lado más sibarita y pide un combinado en copa de balón, un día es un día, que las panorámicas y la encantadora atmósfera del lugar bien lo merecen.
En cuanto caiga la tarde, la Plaza del Salvador se convertirá en el epicentro de la SEVILLANÍA, con mayúsculas: ubicada justo detrás del ayuntamiento, hablamos del punto de reunión por excelencia para tomar unas cervezas antes de la cena (también al mediodía, por supuesto), especialmente los fines de semana. Su flanco izquierdo alberga dos bodegas con gran pedigrí, La Antigua Bodeguita y Los Soportales, y cuando hace buen tiempo las cañas corren sin que apenas te des cuenta. Unas aceitunas gordales aliñadas harán de idóneo aperitivo para ir abriendo boca.
La Fresquita (Mateos Gago, 29) representa un punto álgido en el barrio de Santa Cruz, puro centro capitalino. Un local en el que las bebidas y las tapas de carne con tomate o carne mechada se entremezclan con una particular decoración cofrade. Unos portales más abajo (Mateos Gago, 22) llegamos a La Goleta, taberna regentada por Álvaro Peregil que destaca por su celebérrimo vino de naranja, sus montaditos de pringá y su cartel que te invita a no correr por los pasillos del baño; cuando lo veas lo entenderás. Si antes contemplaste la Giralda desde lo alto, ahora podrás hacerlo desde la base: y es que no hay mayor sacrilegio que marcharse de este local sin hacerse un selfie con el campanario iluminado de fondo.
Nos dirigimos ahora hacia el barrio del Arenal haciendo una meritoria parada técnica en Casa Morales (García de Vinuesa, 11), otra de esas tabernas centenarias que lleva desde 1850 alegrando el devenir diario de Sevilla. Su decoración castiza y sus enormes tinajas de vino, sin duda, captarán poderosamente tu atención.
Dejamos atrás la tradicional Bodega Díaz Salazar (García de Vinuesa, 20) para recalar en el Mesón El Serranito (Antonia Díaz, 11), de las mejores opciones en la capital para saborear el manjar típicamente sevillano que da nombre al local: un serranito (arriba). Puede que a simple vista parezca una receta simple, pero eso es porque todavía no la has probado; cuando saborees este suculento bocadillo preparado con carne de cerdo o pollo, pimiento verde frito, rodajas de tomate y jamón serrano sentirás que no puede haber nada mejor. Bueno, miento, añádele un poco de salsa mojo picón y entonces ya será algo sublime. ¿He dicho ya que se trata de mi plato favorito?
Y para finalizar la jornada pisaremos uno de esos bares con personalidad propia que no podrás encontrar en ningún otro lugar del mundo, icónico, sumamente especial. Quizá a más de un sevillano ya le haya venido a la mente: sí, me refiero al Garlochí (Boteros, 26), con un ambiente tan ecléctico que cuesta incluso definirlo. Nunca antes habías tomado una cerveza acompañado de vírgenes, cristos o ángeles de la guarda, de eso estoy seguro; tampoco te habías atrevido con una bebida llamada Sangre de Cristo, ¿verdad? Pues aquí tendrás la oportunidad. Y qué mejor manera de terminar esta ruta gastronómica que con un poco de Agua de Sevilla, otra de las bebidas míticas del bar.
Imágenes | Sandra Vallaure; ©Hotel Fontecruz Seises; ©Mesón el Serranito.