Suelen ser Praga, la preciosa capital de la República Checa, y las ciudades y pueblos que conforman la región de Bohemia los lugares que acaparan la atención de los viajeros y escritores de viajes; sin embargo, en mis numerosas visitas a este país y durante el tiempo que allí viví descubrí una región muy próxima a Bohemia que también alberga muchos aspectos interesantes de cara al visitante: hablamos de la región de Moravia. Uno de los principales atractivos es su capital, Brno, que mezcla historia y cultura con un ambiente desenfadado, alejado del turismo de masas y con precios bastante más asequibles que en Praga.
Fundada alrededor del año 1000, esta ciudad de alrededor de 400.000 habitantes es la segunda más poblada de la República Checa; y aunque quizás sea más visitada por sus congresos y sus competiciones de motor, Brno puede presumir de algunos lugares de ésos que te dejan con la boca abierta. Un buen ejemplo es el castillo Špilberk (imagen principal), de principios del siglo XIII en la colina Petrov: durante el imperio austro-húngaro se utilizó como cárcel para presos políticos, más tarde como cuartel militar y actualmente es el museo de la ciudad. Otro edificio emblemático es la Catedral de San Pedro y Pablo, donde conviven imponentes muestras de estilos gótico, barroco y neogótico que se remontan al siglo XIV.
El corazón del casco antiguo lo conforma la triangular Náměstí Svobody (Plaza de la Libertad), que combina arquitectura desde el barroco hasta estilos más propios del siglo XXI. Cerca del edificio civil más antiguo de la ciudad encontramos también el Stará Radnice (antiguo Ayuntamiento), construido a mediados del siglo XIII y que ha abierto al público sus habitaciones y su torre de vigilancia. ¿Una recomendación? Párate a mirar el adorno que hay sobre su entrada: una de las torres fue construida por su diseñador de forma oblicua, después de que el Ayuntamiento no cumpliera lo acordado para con el proyecto; además, y al igual que en la plaza principal de Praga, tiene un reloj astronómico (más moderno) y una escultura en forma de bala realizada en granito negro pulido… que, francamente, resulta un poco difícil de describir.
Y si hablamos de obras maestras de un tiempo a esta parte, los amantes de la arquitectura seguro que desearán conocer La Villa Tugendhat de Ludwig Mies van der Roe, un icono del modernismo construido a finales de los años 20. Como curiosidad, es la única pieza moderna declarada Patrimonio Mundial de la UNESCO en el país.
Más allá de los edificios típicos, entre los museos más singulares de la ciudad encontramos la Galería Moravská, dedicada a los artistas moravos, con un énfasis especial a las creaciones contemporáneas; también, el Museo de Genética Gregor Mendel (sí, el famoso monje y biólogo vivió buena parte de su vida en Brno); y, por último, el simbólico Museo de la Cultura Romaní, dedicado al pueblo gitano, incomprendido e incluso perseguido durante ciertas etapas históricas.
¿Más lugares de interés? Por ejemplo, el segundo osario más grande de Europa (arriba), únicamente superado por las catacumbas de París, desenterrado bajo la Jakubské Náměstí de la Ciudad Vieja. Y ya que hablamos de cosas macabras, puedes echar un vistazo a la Iglesia Capuchina y al monasterio ubicado justo a su lado, cuya cripta subterránea alberga cuerpos momificados de monjes muy bien conservados, visibles en sus ataúdes con tapas transparentes.
Y, atención, esto va para los auténticos fans de la cerveza: dirigíos a la cervecería Starobrno para disfrutar allí de un tour y una degustación privada. Cerca de Brno también hay ciertos lugares que merecen una visita, como el Castillo de Veveří, del siglo XI, y Karst de Moravia, una reserva natural con espectaculares paisajes que incluye profundos cañones y más de mil grutas de espectacular belleza, algunas de ellas abiertas al público.
Al caer la noche, la ciudad se engalana con el ambiente joven y animado que la caracteriza, ya que se trata de un famoso centro universitario: los estudiantes de la Universidad Masaryk y de otras instituciones destacan aún más que en Praga, pues suponen un porcentaje muy elevado de la población local: unos 90.000 de 400.000. Se hacen especialmente notables al llegar el buen tiempo, cuando un buen puñado de bares, discotecas y restaurantes cobran vida en las zonas centrales como Náměstí Svobody, Jakubské Náměstí, y Veveří Street, ésta última también conocida por su preciosa arquitectura entre barroco y Art Nouveau; aquí podrás disfrutar de locales tan célebres como el Mandarin Essence Club, el Charlie’s Hat, 7. Nebe (Séptimo Cielo), Super Panda Circus y el Bar Který Neexistuje (El Bar que No Existe). No en vano, cada vez son más los capitalinos que se acercan hasta aquí para saborear su marcha nocturna.
Entre la amplia gama de alojamientos, que van desde modestos albergues hasta hoteles de lujo de cinco estrellas, el más singular es el 10-Z, un refugio de bombas construido por los nazis y más tarde mantenido para uso por el régimen comunista tras la Segunda Guerra Mundial. Las habitaciones cuentan con literas originales (aunque reformadas, claro) y también con teléfonos y televisores de los años 60.
Fotos | Tomas Luka; posztos; Curtis987.