A pesar de que el punto álgido del cerezo en flor está llegando a su fin, en Japón aún es primavera. El país, que durante las últimas semanas se ha visto poseído por el fenómeno de los pétalos blancos y rosas, se despereza ahora, a la vez que se prepara para el verano en ciernes.
La receta creativa para estos meses que se avecinan consiste en volar a Tokio con Iberia y marcarnos una ruta por el Japón de los eventos primaverales y las cosas sorprendentes. Para ello precisaremos 3 ingredientes: un evento en su punto, un museo interesante y una curiosidad fresca.
Ingrediente 1: evento en su punto
No hará faltar salir de Tokio para encontrar el evento destacado que necesitamos. De las múltiples opciones, hemos elegido éste y no otro, no tanto por la época del año en el que se celebra, que también, sino por el lugar donde acontece.
Popularmente conocido como “Sanja Sama” (los tres santuarios), el Santuario Asakusa es el punto de partida de la gran fiesta de «Sanja Matsuri», cita anual que arranca el tercer viernes de mayo, dura tres días y atrae a millones de personas. ¿Quién no conoce en Japón el Festival Sanja? Famoso por ser el más bullicioso desde el período Edo (el comprendido entre 1603 y 1868), ha sabido conservar el ambiente popular de Shitamachi (una de las dos zonas históricas de Tokio) .
Del 19 al 21 de mayo de 2017 tenemos una cita con la luz, las gentes y el colorido del fastuoso Festival Sanja, gran ocasión para disfrutar tanto de uno de los festejos más singulares del país, como de Asakusa, el barrio donde sucede todo y que no tiene desperdicio. Los tokiotas lo frecuentan por el ambiente de sus cines, teatros y ricos restaurantes, aunque de sus calles también aprecian esa atmósfera tradicional que se respira en cada rincón y que se observa en sus detalles.
Ingrediente 2: un museo interesante
Arte + diseño= arte japonés y diseño de jardines= creatividad.
Como otros en su especie, el museo de arte Adachi y su jardín japonés nacieron de un sueño: el de un señor llamado Adachi Zenko, que en 1980 creyó que la combinación de sus dos pasiones expandiría la mente y el interés de los visitantes del museo.
Nos encontramos ante una unión verdaderamente indivisible, pues el jardín sólo puede ser contemplado desde el edificio del museo. Un jardín japonés al que le llueven los galardones, que año tras año tras año es coronado por los expertos en la materia como el mejor del país. Visitable siempre, es quizá durante los meses de más luz cuando mejor se saborea.
En cuanto a su media naranja, el museo de arte Adachi, éste alberga 1.300 pinturas del siglo XX, además de una exposición permanente del gran Yokoyama Taikan, uno de los más famosos pintores japoneses; con sus potentes obras cargadas de fuerza histórica, contribuyó a definir el estilo Nihonga.
El museo de arte de Adachi (y su maravilloso jardín) es uno de los atractivos de la ciudad de Matsue, capital de la prefectura de Shimane. En Japón hay mucho que ver y hacer más allá de Tokio (y más que recorrer vía sus trenes bala).
Ingrediente 3: una ración de curiosidad fresca
Nuestro puntito de curiosidad tiene que ver con un pellizco de gastronomía, esa afición a comer bien con la que se potencia la creatividad de una ciudad. En el caso de Japón, estamos cansados de escuchar que “comer allí resulta caro”. Como todo en la vida, depende de cómo uno se lo monte, y resulta curioso pensar que comer rico y barato puede ser tan sencillo como acudir al sótano de unos grandes almacenes, donde suele concentrarse su oferta de restaurantes; adquirir algún plato para llevar; y disfrutarlo al aire libre en un parque cercano. Tal puede ser el pequeño gran placer de un viaje a Japón.
Para nosotros, los destinos son personas, con sentimientos, buenos y malos momentos, virtudes y defectos, pero siempre único y especiales. “Tokio, ciudad creativa” no es una excepción, aunque nos cueste más de lo normal encontrarle las taras. Se acerca el buen tiempo, así que vamos allá: volemos a Japón y entremos en otra dimensión.
Foto de Kanegen.