Hace tan solo unas semanas realizamos unos de los viajes más lejanos y que más nos ha hecho sentir como en casa. Cruzar el charco ya es de por sí emocionante, pero aterrizar en Buenos Aires lo es todavía más. Fue una sensación compartida increíble… Viajar a Buenos Aires nos hace más divertidos.
Buenos Aires es una ciudad para todos los sentidos. Uno la disfruta con la gastronomía, con su bonito acento, con sus aromas, sus colores… ¡Es pura energía!
Durante las primeras horas, una las cosas que más nos impactó fue su arquitectura. Quizá tenga que ver con nuestra formación pero, sin duda, la mezcla de estilos y ambientes es de lo más curiosa y divertida.
Nuestro primer día empezó en el barrio de Recoleta, donde se respira un ambiente afrancesado con toques anglosajones. ¡Y es que no es difícil encontrar las famosas cabinas rojas de Londres en alguna de sus esquinas! Allí visitamos su cementerio, un espacio singular del que los porteños están muy orgullosos. El de Recoleta posee construcciones elegantes que están más cerca del monumento que de lo que nosotros entendemos por cementerio. Muy cerca se encuentra la Biblioteca Nacional, un edificio que los amantes del hormigón no pueden dejar pasar.
El siguiente barrio que exploramos fue Palermo, uno de los más actuales de la ciudad. Hamburgueserías de autor, cervecerías y heladerías artesanales, tiendas de diseño, arte urbano… todos los locales de esta zona esta tratados con mucho mimo y son tan bonitos que es imposible dar varios pasos sin entrar a curiosear o quedarse embelesado con sus fachadas llenas de murales. A la hora de comer, nosotros nos decantamos por probar el famoso choripan en el Chori, restaurante que reinventa la tradicional receta. ¡Y qué rico estaba! También tuvimos tiempo para descubrir otro restaurante llamado La Carnicería donde comimos una de las más jugosas piezas de asado de todo el viaje.
La Boca fue la siguiente zona que exploramos, uno de los barrios más coloridos y divertidos de la ciudad. En él se encuentra el conocido estadio del Boca Juniors, donde los días de partido sus alrededores se llenan de pasión y música. Y es que los Argentinos son muy futboleros y, si de por sí ya son habladores, sacar el tema estrella puede dar conversación para varias horas. Pasear por la Boca es toda una experiencia. Las casas están construidas con chapa de colores vibrantes y uno creer haberse perdido por las hojas de un cuento para colorear infantil. Como recomendación para comer, Don Carlos, un sitio muy tradicional donde la carta no existe. El mismo Carlos se encarga de que no te falte bocado, ahora sí: ¡a su gusto! Fue muy divertido y salimos de allí más que satisfechos.
De la Boca pasamos a Microcentro. En esta zona se siente el frenesí de la ciudad, el tráfico, la gente que camina rápido de un lado a otro. Buenos Aires es un caos ordenado, es difícil de explicar pero, todo fluye a su manera y en ello reside su encanto.
Visitar el Palacio Barolo es uno de esos planes imperdibles cuando uno pasea por el barrio. Este edificio majestuoso posee una de las vistas más impresionantes de la ciudad desde la que uno empieza a hacerse una idea de la gran escala que esta tiene. Ver el sol ponerse sobre la masa de edificios es algo realmente mágico. Terminamos la ruta de noche en Avenida Corrientes donde se concentran los teatros de la ciudad. Por la noche uno no puede evitar pensar en Nueva York y es que las luces de neon y los carteles lo iluminan todo. Como fondo de perspectiva nos despide el obelisco de Buenos Aires.
Es fácil enamorarse de esta ciudad y echar de menos a su gente y su comida. En la maleta nos llevamos alfajores, dulce de leche, fernet, la receta de la chocotorta… ¡pero ya contamos los días para volver a visitar esta increíble ciudad! Si buscáis un destino que os haga más divertidos… ¡Buenos Aires es la elección!
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