Entre hammams griegos

19/09/2017

Hammam

Hoy os invitamos a viajar virtualmente hasta Grecia. En concreto hasta su capital, Atenas. La que fue cuna de grandes artistas y filósofos de la antigüedad y también la ciudad que marcó un papel esencial en el desarrollo de la democracia, sigue siendo en la actualidad una capital clave en el mundo por muchos motivos. Además de ser el centro económico, como político y cultural de su país, esconde mucho más: buena gastronomía, mucho arte y un sinfín de planes de ocio completan las alternativas en esta gran ciudad del mundo.

Y entre planes de ocio nos movemos hoy. Planes diferentes que, además de entrenernos, nos ayudarán a sentirnos mejor por dentro y por fuera. Y, dicho esto, ¿os podéis hacer una idea de qué estamos hablando? ¿No? ¡Releed el título del post! ¿Ya os hacéis una idea? ¡Bingo! Nos vamos de spa :)…

Bueno. En realidad no. Puntualicemos lo de spa. Porque, el concepto de spa que se suele tener poco tiene que ver en realidad con nuestros protagonistas de hoy, los hammams griegos, pues gozan de condiciones muy diferentes.

Empecemos por el principio. Un hammam griego es un baño turco. En Atenas adquieren la categoría de espacios sagrados y son conocidos oficialmente como hammams baths. La principal distinción respecto a un spa al uso es que en los hammams se pretende a toda costa relajar no solo el cuerpo, sino también la mente. No es un objetivo secundario que bien podría ser consecuencia directa del relax físico previo, es un objetivo principal. Dicho de otro modo: no solo están pensados para que tu cuerpo se libere, que también lo haga tu mente. Para conseguirlo, cuentan con espacios sencillos pero modernos y acogedores, que siempre disponen de buena música, y un calor y una humedad propicios para ayudarnos incluso a liberar toxinas y a fortalecer el sistema inmunológico.

No hay duda, visitando un hammam griego descubriremos parte de la cultura griega y además nos ayudaremos a conseguir ese ansiado y preciado equilibrio cuerpo-mente tan necesario en los tiempos que corren.

Foto | Matthew Carson

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