Ponemos rumbo a Argelia. Llegamos. Y una vez allí nos dirigimos hacia el sur. El macizo central de Ahaggar presume de parque, y nos está esperando: estamos en el Parque Nacional de Ahaggar. Huele a desierto. Alguien más nos está esperando…
El Parque Nacional de Ahaggar fue establecido como tal en 1987. Su extensión es de 45.000 km cuadrados, y su altitud alcanza nada más y nada menos que los 2.918 metros en el monte Tahat. Esto hace que su clima sea más húmedo que en cualquier otra zona desértica de la zona; no en vano, aquí llueve en cualquier momento del año, y eso en climas áridos es una bendición. Se puede decir que aquí, en medio de la nada y en medio de campos de grava y montañas rocosas de piedra roja, existe una especie de microclima. ¡Bendiciones caídas del cielo!
A lo que íbamos, ¿quién más nos espera? Nos esperan sin saberlo 😉 los reyes del mambo animales y los reyes del mambo humanos. Los primeros son los acinonyx jubatus, el guepardo del Sáhara o chita para los amigos; los segundos son los tuaregs. Tanto unos como otros son nómadas, y se pasan la vida deambulando de un lado a otro rehuyendo de los humanos. Aparte de las diferencias palpables, la gran distinción entre los guepardos y los tuaregs es que los primeros están en peligro de extinción…
Sin embargo, las expectativas de recuperación son muchas y muy positivas, y éste es el principal objetivo del Parque de Ahaggar: proteger y conseguir una nueva proliferación de este impetuoso felino, capaz de pasar de cero a cien kilómetros por hora en tan sólo tres segundos. Actualmente se calcula que hay menos de un guepardo por cada mil kilómetros cuadrados del parque, y a nivel mundial existen ahora alrededor de siete mil ejemplares.
Que la recuperación de esta especie animal sea un hecho y que esas expectativas positivas lleguen a buen término depende de varios factores: más investigación, más medios para llevar todo a cabo y mucha educación e información. En este caso, hay que enseñar a los habitantes de las ciudades circundantes lo importante que es respetar a este felino. Que copien a los tuaregs, que han aprendido a convivir con ellos.
Una vez más, el respeto es fundamental para todo y para todos. Como la vida misma.
Foto | Joachim Himmeröder