Probablemente, en tu lista de “destinos pendientes a los que ir” (todos tenemos una, no lo niegues), no aparezca Colombia ni entre los 20 primeros puestos. Así que, de alguna manera, tienes razón. Si ni siquiera está en tu lista… ¿qué se te ha perdido por allí? Hace cuatro o cinco años, fueron unos conocidos de los amigos de unos amigos, y volvieron contando maravillas de aquel país. Mucho bla bla bla al que no hacías caso. Información de poco rigor, pensaste en su momento. Porque, seamos sinceros, ¿quién se va de vacaciones a un lugar y vuelve diciendo que el viaje ha sido horroroso? Exacto: nadie.
El problema es que los rumores aumentaban y la gente que iba, estaba más y más cerca de tu círculo más íntimo y personal. Fueron unos vecinos, unos primos lejanos y uno de tus muchos amigos de Facebook. El éxodo fue empeorando año tras año hasta que este mismo verano, un compañero de trabajo, una amiga de la infancia y un par de compañeros del club de corredores se han ido para allá. ¿Es para pensar en ello seriamente o no? Y ojo, ni viajaban juntos, ni se conocían. Es decir, cuatro personas con las que tienes contacto casi diario, se han ido a Colombia en estos últimos meses.
¿Pero para qué? Te sigues preguntando.
Partamos de la base de que tu amiga nunca ha estado muy bien de la cabeza así que… no cuenta del todo. En el caso de los corredores, piensas que será porque querían entrenar en altura o algo. Pero lo que realmente te ha llamado la atención, es lo de Juan, ese compañero de trabajo que se sienta frente a ti. Siempre te pareció un chico con los pies en la tierra y las cosas muy claras. Tan sensato. Tan locuaz. Con tanto futuro. ¿Qué le habrá empujado a hacer algo así? ¿Una novia? ¿Una apuesta? No puedes negar que esto empieza a ser preocupante. Una especie de pandemia vacacional que puede llegar a contagiarte. Pero es que tú… tienes claro que no se te ha perdido nada en Colombia.
Hasta que todos van volviendo y cada uno por su lado, te cuenta exactamente lo mismo. Que si el Eje Cafetero es un lugar único, que si el colorido de Cartagena de Indias es contagioso, que si el metrocable de Medellín es para estar todo el día subiendo y bajando, que si la zona de Boyacá es como volver al pasado, que si el barrio de La Candelaria de Bogotá es como estar en una película. Que si Cali por aquí. Que si Tatacoa por allá. Que si Tayrona. Que Barranquilla. Que si la comida. Que si los jugos…
Justo en ese momento, tienes que interrumpirles para decir algo que ya te has cansado de escuchar: “… y, claro su gente maravillosa, ¿no?”, dices. “Sí, la gente es lo mejor. ¿Cómo lo sabes?”, te responden. Y como no quieres dar muchas explicaciones, te vas por donde has venido.
Ya, a solas, y por si la información de primera mano no fuera suficiente, te da por buscar un poco en internet a ver qué te cuenta tu otro amigo Google. Para tu sorpresa, ves que hay cientos de comentarios sobre los colombianos que corroboran todo lo que te han ido diciendo. Fotos de paisajes, ciudades y comida que te dejan con la boca abierta. Frases, sensaciones, vídeos… Hay miles de pruebas que confirman que esto no es un complot. Al parecer, vas a tener que replantearte tu lista de lugares que no te puedes perder y colocar a Colombia al menos, entre Japón y Nueva York.
Si aún te sigues preguntando qué es lo que se te ha perdido a ti en Colombia, probablemente la respuesta sea un montón de recuerdos que traerte de vuelta. La interacción con un montón de personas (y en tu idioma) que te van a regalar entrañables momentos en cualquier lugar del país. Graffitis que admirar. Café que degustar. Paisajes que inmortalizar en fotos que ver una y otra vez y, por qué no decirlo, un par de kilos de más. Quizás tres.
Dicen que el riesgo de Colombia es querer quedarse. Pero la verdad es que el auténtico riesgo es perdérselo.