«Esto es São Paulo, la capital del trabajo; un gigante de hormigón que día a día se hace mayor. Contemplamos con ojos maravillados la ciudad que más crece del mundo. Y crece en todas direcciones».
Éstas son las palabras con las que, en 1952, Jean Mazon comenzó su documental sobre el problema del transporte en São Paulo durante la década de los 50. En aquel momento, la población de la ciudad paulista era de dos millones de habitantes; hoy día supera los doce.
Las megaciudades, urbes con más de diez millones de habitantes, son un ejemplo de lo desequilibrado que está el mapa mundial, con miles de kilómetros deshabitados y pequeños puntos de altísima densidad de población. En estas ciudades, la convivencia comenzó a ser complicada, asfixiante; por ello surgieron los espacios verdes: Central Park en Nueva York, Hyde Park en Londres… y São Paulo no fue una excepción. Tras varios años de estudio del terreno, finalmente, en 1954, se inauguró el que se convertiría en pulmón verde de la ciudad: el parque de Ibirapuera.
Este parque, con dos lagos artificiales y varias zonas de bosque, es el lugar de retiro de gran parte de los habitantes de São Paulo. Gracias a su presencia, los paulistas pueden disfrutar del canto de uno de los símbolos del país y de la ciudad: el del sabiá laranjeira o zorzal colorado, ave propia de zona selvática pero de fácil adaptación en parques urbanos.
Más pequeño que el Ibirapuera, el Parque Villalobos, inaugurado en 1994, es otro de los espacios que los habitantes de la ciudad del sur de Brasil tienen a su disposición para huir del estrés y el hacinamiento de la jungla de cemento. En su interior se encuentran varias zonas destinadas para deportes y actuaciones musicales.
Otro pequeño espacio verde es el Parque de la Independencia: este lugar tiene una gran relevancia histórica, es aquí donde se produjo la declaración de Independencia de Brasil: en él se encuentra el Museo de Ipiranga, con diversos objetos y obras de arte relacionados con la historia de Brasil. Se encuentra cerrado en la actualidad, pero el paseo por sus jardines y las vistas del edificio merecen mucho la pena. Más al sur y creado en 1938 sobre una antigua zona de bosque nativo en recuperación se encuentra el Jardín Botánico de São Paulo, con presencia de árboles autóctonos y especies de otras zonas del mundo.
Todos estos parques llevan ya tiempo disponibles para los brasileños pero, recientemente, en verano de 2017 y tras varios años de disputas, se llegó a un acuerdo para la creación del Parque Augusta. Hablamos de un espacio que viene siendo objeto de conflicto por parte de ciudadanos y entidades privadas, debatiéndose entre la creación de un espacio verde o la construcción de edificios. Tras años de manifestaciones y luchas legales, por fin la zona será destinada para la creación de un nuevo parque que permita aumentar la calidad de vida de São Paulo.
En un mundo donde los humanos nos estamos densificando en grandes núcleos de población, dejar espacios para contactar con la naturaleza se convierte en algo no sólo importante para nuestra salud física y mental, también para seguir contactando con nuestra naturaleza animal. Nos hemos aislado en nuestro propio ecosistema de acero y ladrillo, rodeados únicamente por otros humanos, alejándonos del planeta tal y como es en realidad. Es en casos como éstos en los que las voces que reclaman más espacios verdes, se convierten no solo en una voz coherente con la ecología sino en una voz coherente con la naturaleza humana.