Hace un tiempo, cuando hablamos de la isla de Gran Canaria, la describimos como una enorme concha marina, cuya perla era el pequeño pueblo de Tejeda. Hoy saltamos de isla y nos transportamos a Tenerife, que, jugando con la imaginación, adquiere una misteriosa forma de cabeza de oca con el cuello corto. Si tomamos como válida esta descripción, en la cabeza de esta oca, en el extremo noreste de la isla y ocupando gran parte del pico y los ojos, se encuentra uno de los lugares de naturaleza más especiales de Tenerife: el Parque Rural de Anaga, declarado Reserva de la Biosfera.
Hablamos de una abrupta cordillera de cumbres recortadas, impregnado de roques (antiguas chimeneas volcánicas), valles sembrados de vegetación prehistórica y profundos barrancos que descienden de forma vertiginosa hacia calas de arena negra. En este paraíso para senderistas se abren diferentes rutas que conectan los 26 núcleos habitados que se encuentran en el área, atravesando los bosques únicos de laurisilva. Entre esos núcleos destaca Taganana, una de las poblaciones más antiguas de la isla: Taganana fue fundada en 1501, solo 5 años después del fin de la conquista de la isla por los colonos sobre la población guanche; tal es así, que en un sendero entre Taganana y Afur se ubica la Piedra de los Guanches, un yacimiento arqueológico asociado a las prácticas de momificación de los habitantes originarios.
Uno de los principales tesoros de Anaga es el bosque de laurisilva (imagen principal), un auténtico fósil viviente con una antigüedad de 40 millones de años. Este tipo de bosque, retorcido y cubierto de musgo, era el que cubría la cuenca mediterránea hasta que las glaciaciones acabaron con él. Pero esto no sucedió en las islas alejadas de continente como son algunas de las que se encuentran en Canarias. De esta forma, un trekking por el parque, una de las áreas geológicas más antiguas de Tenerife, es como un viaje al pasado, donde las huellas volcánicas de la isla se pueden ver a través de los mencionados roques y los diques, fisuras rellenas de magma solidificado.
En Anaga encontramos también vegetación costera, zonas de cardonal-tabaibal, dragos y palmeras canarias, reuniendo así casi todos los ecosistemas de la isla, a excepción del de alta montaña. Acompañando a esta flora, su fauna resulta igualmente variada y, en ella, destacan los invertebrados y las aves, una diversidad que ha provocado que Anaga se reconozca como Zona de Especial Protección para las Aves. También es posible disfrutar aquí del mountain bike y de los paseos a caballo.
A escasos kilómetros de la capital, Santa Cruz de Tenerife, el Parque Rural de Anaga es ese lugar que sorprende al viajero pues se ve eclipsado, la mayoría de veces, por la fama del colosal Teide. Con su bosque de laurisilva y su suelo ancestral, contribuye enormemente a que Tenerife sea considerada una de las islas más completas y deseadas de todo el archipiélago canario.
Imágenes | Karol Kozlowski; benschie