La Vía de la Plata o cómo empaparse del legado romano en España

02/01/2018

La huella que dejó el Imperio Romano tras su paso por la Península Ibérica es tan amplia que resulta tangible más allá de acueductos, templos o murallas defensivas, también se percibe en elementos estructurales como sus primitivos itinerarios de comunicación: hablamos de antiguas calzadas que siguen vertebrando España dos mil años después. La Vía de la Plata lo hace de norte a sur en el flanco occidental, incluso con trazado y pavimento original aún en algunos tramos; de Gijón a Sevilla, de Sevilla a Gijón, esta arteria se ha convertido hoy en un reclamo turístico de primer nivel gracias a su excepcional legado arqueológico. ¿Preparado para ser protagonista de la historia?

Habría que remontarse a la cultura tartésica (siglos XII-V a.C.) para encontrar el origen de una ruta por la que no sólo vehiculaba el comercio, también viajó por ella la expansión cultural de diferentes civilizaciones; tras los romanos, fueron los musulmanes quienes aprovecharon el trazado para avanzar hacia el norte, y a ellos debemos la denominación de la Vía de la Plata: un vocablo, al-balath, que significa camino pavimentado.

La calzada original unía las ciudades de Astorga (Asturica Augusta) y Mérida (Augusta Emerita) en un trazado de casi 500 kilómetros, discurriendo por otros importantes núcleos de población como Zamora, Salamanca o Cáceres; era, además, el punto de partida para otros caminos secundarios. Se erigió como senda clave en el desarrollo del país, algo que atestiguan las múltiples infraestructuras que aún se conservan a su paso. Como curiosidad, las distancias aparecían reflejadas en miliarios, grandes bloques cilíndricos de piedra con información kilométrica en los que también se indicaba el emperador que había construido tal o cual tramo; sí, estas rústicas señales de tráfico eran el marketing de la época. En la actualidad sobreviven casi doscientos de estos miliarios, muchos de ellos en buen estado de conservación.

Tropas militares, pastores o comerciantes viajaban hace siglos por la Vía de la Plata en caballo o en carruaje, pero hoy se puede recorrer en moto, en bicicleta (hay una docena de rutas temáticas sobre dos ruedas para conocer sus tesoros emblemáticos) o, incluso, a pie: no son pocos los peregrinos que viajan hasta Santiago de Compostela aprovechando las bondades del antiguo trazado y los imponentes hitos culturales que lo rodean; en Astorga pueden enlazar con el famoso Camino Francés. ¿El motivo? La ampliación de la vía hasta Sevilla, por el sur, y hasta Gijón, por el norte, para hacerla aún más estratégica. Ahora la alumbran más de 800 kilómetros.

Son numerosas las maravillas romanas que deja esta ruta a su paso, piezas arqueológicasde incalculable valor que se alzan ante nuestros ojos para alegrarnos la vista y dejarnos, literalmente, boquiabiertos. Vayamos por partes, de sur a norte, y atravesando una tras otra ciudades consideradas como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Empezaremos en Sevilla, donde el monumento más atrevido de la capital andaluza (las famosas Setas de la Encarnación) dejó al descubierto no hace mucho el mayor yacimiento romano en suelo hispalense: hablamos de numerosos restos arqueológicos que oscilan entre los siglos I y VI; hoy es un museo, el Antiquarium. Columnas, templos y murallas completan su valioso legado. Muy cerca de la antigua Hispalis, en la localidad de Santiponce, se ubica Itálica y las ruinas de una ciudad que antaño fue esplendorosa; los emperadores Trajano y Adriano, todo sea dicho, nacieron aquí.

Mérida (Augusta Emerita) cumplirá la próxima década dos mil años de vida, y lo hará sabiendo que fue uno de los puntos clave del Imperio Romano en Hispania. Anfiteatro, circo, un par de acueductos, puentes y, especialmente, un Teatro (arriba) que representa la grandeza de aquella civilización y que acoge actualmente, orgulloso, el Festival Internacional de Teatro Clásico. De visita obligada.

Aunque no quedan muchos vestigios de la época, la preciosa ciudad de Cáceres, un poco más al norte, supone otra parada importante en la Vía de la Plata: en la actualidad sólo es posible contemplar diversas inscripciones romanas en el centro histórico y los restos de dos campamentos militares a las afueras. Sin embargo, su casco antiguo medieval es uno de los mejor conservados de Europa y está repleto de palacios, casonas y construcciones religiosas. No es casualidad que fuera declarado Patrimonio de la Humanidad en 1986; tres de tres, llevamos pleno de aciertos.

Y espera, porque todavía hay un cuarto designio por parte de la UNESCO. El puente romano (arriba) es quizá, junto con su famosa Plaza Mayor, el símbolo más reconocible de Salamanca: empezó a construirse en el siglo I y tiene una longitud de casi 200 metros, mostrándose impasible sobre el río Tormes. Caminar sobre su piso empedrado te transportará a otra época.

Astorga es uno de los principales enclaves de la provincia de León, ya en el norte de España, y lo fue también durante la época imperial. Las puertas de entrada al centro histórico y sus murallas llaman la atención por sus grandes dimensiones, abarcando un perímetro de casi dos kilómetros. ¿Una curiosidad? Presta atención a su red de cloacas, perfectamente conservada. Tal fue su huella que existe incluso un Museo Romano donde podremos contemplar la disposición urbana de la ciudad en aquellos tiempos; además, antiguos objetos cotidianos y numerosos restos arqueológicos nos ayudarán a entender cómo era la vida diaria en esta zona.

Y qué mejor para finalizar nuestro recorrido por la Vía de la Plata que hacerlo en Gijón, junto al mar Cantábrico, en plena Asturias. Casi 800 kilómetros después nos topamos con el barrio pesquero de Cimadevilla, que alberga todavía restos intactos de una muralla defensiva levantada en el siglo IV y unas termas romanas de gran relevancia histórica, las de Campo Valdés. En los alrededores de la ciudad es posible visitar también la villa de Veranes (ojo a sus mosaicos) y el conjunto arqueológico de la Campa Torres. Esencia en estado puro.

Imágenes | Eduardo EstellezIakov Filimonov; IKGM