“Houston, aquí base de la Tranquilidad, el Águila ha alunizado”.
El otro día, viendo la película Marte (2015), me acordé de mi visita a uno de los museos más originales de España: se encuentra en los alrededores de Madrid, esa ciudad célebre en el mundo entero por el selecto pedigrí de sus espacios culturales. Más allá de todos ellos, la capital guarda -y muy bien- un secreto que tiene que ver con el espacio, uno que no os podéis ni imaginar. El inesperado aliciente de nuestro viaje a Madrid es visitar un Museo Lunar; si os digo Fresnedillas de la Oliva, ¿a quién le suena de algo?
El museo
Permitidme contextualizar el Centro de Interpretación Espacial de Fresnedillas de la Oliva, para lo que os contaré una historia.
Hemos de remontarnos a los años 50. Por entonces, las principales potencias mundiales se encontraban en plena y frenética competición por la carrera espacial. John F. Kennedy, presidente de los EE.UU., suspiraba por ser el primero en enviar al hombre a la Luna; con el objetivo de llevar a cabo este reto se creó la Red de Vuelos Espaciales Tripulados (MSFN), que se extendía por todo el planeta: construyeron tres grandes estaciones con antenas gigantes que iban a ser las encargadas de mantener las comunicaciones con los astronautas de las misiones. La primera la situaron en Goldstone (California), la segunda en Honeysuckle Creek (Australia), y la tercera… ¿adivináis dónde estaba la tercera y última?
…sí, nada más y nada menos que en Fresnedillas de la Oliva.
Menuda historia.
El Museo Lunar, pequeño en contenido pero grande en continente, atesora una extraordinaria colección de fotografías, documentos y enseres varios utilizados en las diferentes misiones lunares. El fondo abarca desde trajes espaciales de Miguel López Alegría, primer astronauta español, pasando por mapas lunares, herramientas, relojes, un casco de la misión Apollo A7L, trajes de laboratorio, un traje de vuelo Apollo o un traje ruso MIR, y la lista continúa hasta superar los más de 300 objetos de misiones espaciales que hacen las delicias de curiosos, amantes de la astronomía, freaks de la ciencia ficción, soñadores espaciales, buscadores de experiencias inusuales y, en general, de grandes y pequeños (es un gran plan con niños).
Las visitas guiadas al museo se llevan a cabo con cariño y rigor, siendo siempre de lo más amenas. En cuanto a los horarios para el público, el centro abre sábados, domingos y festivos de 11.00 a 14.30h. El precio de la entrada general es de 3 euros, 2 euros la infantil y gratuita para jubilados y menores de 5 años.
La ubicación
El museo se encuentra en la carretera de Colmenar del Arroyo 9, en Fresnedillas de la Oliva, una localidad diminuta, multicultural y sosegada, cuya población no alcanza los 2.000 habitantes. Los jarandos, gentilicio que les etiqueta, son gentes tranquilas y venidas de diferentes lugares del planeta.
De su suelo, rico en granito, proceden las piedras de los cimientos de edificios tan emblemáticos de Madrid como el Palacio Real, San Francisco el Grande o el de Correos. La iglesia de San Bartolomé, que marca la entrada al pueblo, es su construcción más icónica, aunque no la única: hay más arquitectura del siglo XVI.
Para llegar a Fresnedillas de la Oliva, vale la pena saber que el pueblo con encanto que nos ocupa se encuentra a menos de una hora en coche de Madrid (unos 50 kilómetros de la capital). De camino, el paisaje nos regala estampas verdes y naturaleza. Dependiendo de la ruta por la que nos decantemos, atravesaremos el curso medio del Río Guadarrama y su entorno, una reserva natural de lo más apetecible. La zona invita a pasear, a hacer un picnic en familia o a pedalear y pedalear de manera segura y cómoda.
Más allá de estas actividades al aire libre, que siempre son un aliciente, el paseo por las calles de Fresnedillas de la Oliva reporta alegrías algo más artísticas. No dejéis de admirar, fotografiar y echar un vistazo a las fachadas, puertas y ventanas de algunas de sus casas antiguas, pintadas por la artista Elena Parlange dentro del proyecto cultural de ‘casas vivas’.
En definitiva, parece que lo que dice el refrán es cierto: “De Madrid al cielo”. En este caso, afirmaremos eso de que de Fresnedillas de la Oliva, a la Luna.
Imagen | Emilio Küffer