¿Cinturones abrochados? ¿Mantas y almohadas de viaje preparadas? ¡Bien! ¡Todo nos hará buena falta! ¡Despegamos ya! Y tenemos por delante un vuelo de unas 10 horas aproximadas, teniendo en cuenta que estamos despegando en el Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas y que aterrizaremos en el Aeropuerto de Johannesburgo.
Así es. Hasta Sudáfrica nos vamos, hasta su ciudad más grande y poblada. Y la más turística quizás también y la más aplaudida sin duda alguna. Una ciudad tan urbana como rural. Y una ciudad de modernidades y de tradiciones. Y justo a este punto queríamos llegar…
La oferta gastronómica de Johannesburgo pasa por su evidente y socorrida oferta callejera. No es raro ver estacionados carritos de comida «rápida», pero bien autóctona, por la ciudad. Sacan del apuro a lo largo del día a más de uno y a más de una. Y sí, son de fiar. Y sí, la elaboración es buena y el regusto sabroso y agradable al paladar ¿Un estofado de ternera? ¿Un pollo de corral a la parrilla? Nada se les resiste a estos típicos carritos, capitaneados en su gran mayoría por mujeres que se dejan el alma en sacar adelante cada día su pequeño gran negocio. En realidad, son mujeres artistas de los fogones, chefs en toda regla, casi diríamos.
Sin embargo, hasta no hace mucho, existía un problema: la imagen de estos carritos pasaba desapercibida en medio de la modernidad de la ciudad. No es fácil distinguirse cuando estás rodeado por oficinas de diseño y boutiques con aires europeos. Un grupo de diseñadoras se dieron cuenta de la problemática que estaba surgiendo y decidieron poner su granito de arena para solventar la misma. ¿Cómo? Diseñando y actualizando ellas mismas la imagen de estos carritos. Una buena manera de aunar así modernidad y tradición, y así no solo conseguir que la oferta gastronómica callejera de Johannesburgo se fuese a pique, sino también, que el negocio creciese. Recorrieron la ciudad de arriba a abajo, localizaron todos estos carritos y apostaron por aquellos bajo cuyo mando estuvieran mujeres cocineras experimentadas, tanto en el arte de cocinar como en el arte de negociar. Era una apuesta fuerte y arriesgada. Pero jugaron bien sus cartas. Y ganaron la partida.
Seguramente, el hecho de que antes de proceder al diseño final de sus carritos, comentasen con sus dueñas sus gustos y la imagen que querían transmitir a través de sus negocios rodantes, tendrá mucho que ver en esa partida bien ganada.
Si tienes la suerte de pasear en algún momento por las calles johannesburguesas, no pierdas de vista estos carritos de diseño.
Imagen: LongJon | Mª José C. Lamas